La lluvia precipitó la vuelta de un viaje, y la comida que teníamos previsto realizar en Ávila, se convirtió en una lotería en el camino de vuelta. No sabíamos dónde íbamos a comer, lo que teníamos claro es que el descanso todavía no había terminado y que en casa solo había un tomate pocho. Así que muy cerca ya del destino, el hambre empezó a dejarse sentir y comenzamos a escudriñar a través de la ventanilla del coche.
Llegamos a Moralzarzal a mediodía de un martes, con las calles prácticamente vacías y algún restaurante cerrado. El panorama se complicaba hasta que vimos abierto el portón de El Fogón de los Arrieros, y acuciados por las punzadas en el estómago, tomamos asiento. El restaurante ocupa un pabellón vallado, con espacio de esparcimiento a su alrededor. Por dentro resulta confortable, con una combinación de muros y columnas de piedra que compartimentan el espacio y un ventanal que recorre toda una pared.
No sabíamos lo que nos esperaba, ni siquiera que estábamos en un restaurante argentino, circunstancia que quedó clara al abrir la carta y dejarnos mecer por el suave acento de la camarera. Nos ofrecieron menú del día, pero como aún estábamos de vacaciones nos pusimos caprichosos y optamos por la carta.
A la mesa llegaron en fila india, no uno, sino dos aperitivos, unas ricas aceitunas aliñadas, y un pulpo en vinagreta muy sabroso, que nos acompañaron durante la espera. Para empezar, tomamos dos correctas empanadas criollas, de las que nos estamos convirtiendo en auténticos catadores, pues siempre las pedimos si las hay en la carta.
También compartimos un plato de verduras a la parrilla, que además de los vegetales habituales tenía calabaza, una delicia. La pena es que llegó un poco fría a la mesa, quizá debido a un fallo de coordinación de tiempos.
De segundo plato coincidimos en tomar un bife a la parrilla. Últimamente es raro el día en que no coincida con mis acompañantes a la hora de escoger al menos uno de los platos, es una racha extraña. Volviendo a la carne, los bifes resultaron ser dos generosas piezas de carne muy tierna, de esa que se deja comer con gusto. De guarnición unas gruesas patatas fritas y sin pedirlo, chimichurri en abundancia para acompañar la carne.
A los postres, un panqueque de dulce de leche y un hojaldre el Fogón con helado de turrón y arrope manchego, escogido este último por recomendación de la camarera. Un postre que me gustó especialmente, ya que el hojaldre (pedirlo siempre es un peligro), estaba crujiente y recién hecho, como debe de ser. Dos cafés para terminar la velada y vuelta a la cruda realidad, las vacaciones habían terminado.
Acompañamos la comida con una botella de Viña Sastre, que encareció la cuenta final, dejando finalmente el cubierto en 46 euros.
El fogón de los Arrieros
Comida argentina C/ Matacerquillas 29 28411 Moralzarzal, Madrid Tel. 91 857 63 05 Precio medio 40 euros
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