Hacía mucho tiempo que no iba a comer a Sacha, y aprovechando una celebración importante, volví a recorrer el camino que lleva a su puerta. Ubicado en la zona norte de la capital, a un paso de la Castellana, para llegar a él hay que atravesar un agradable callejón cuajado de terrazas urbanas, hasta dar con su fachada teñida de azul al final del camino.
El local es acogedor, con dos zonas diferenciadas: una interior, algo más sombría en la que destaca una cuajada bodega, y un comedor más amplio junto al ventanal, mi preferido sin duda. Paredes blancas llenas de cuadros, algunos con referencias familiares, y el color azul añil siempre presente en un ambiente de bistrot. El servicio tiene un carácter particular, con un trato irregular dependiendo de si el cliente es conocido o no, aunque en todo caso correcto.
La carta se mantiene en el tiempo, original y personal escrita sobre papel oscuro, en la que se puede leer la siguiente cita : un duro se tira, una copa de vino, no. Decididos a no tirar nada y a disfrutarlo todo, escogimos tres entrantes para compartir y un segundo plato para cada uno.
Ya lo habíamos pedido en otras ocasiones, así que al ver que había pan, tomate y anchoas en la carta, no pudimos dejar de lado este plato. Unas anchoas grandes como en pocos sitios se encuentran, sabrosas, finas y bañadas en aceite de oliva virgen extra, que resultan un deleite por si solas. Se acompañan de un pan tomaca quizá demasiado fino, que hace que la rebanada pierda firmeza ante la humedad del tomate, aunque este es un detalle menor.
La butifarra con verduras fue la segunda opción en nuestra mesa, con un excelente embutido en buen punto de plancha y un acompañamiento a la altura: endivias, cogollos, cebolleta, calabacín y espárragos verdes ligeramente mirados por el fuego.
La falsa lasaña de txangurro fue toda una sorpresa. Delicado sabor y textura en una oblea fina de pasta cubriendo una farsa de txangurro excelente. Es uno de los platos que sobresalieron en el menú, a tener en cuenta para otras visitas.
Los segundos se resolvieron entre las carnes y el pescado, recibiendo una sugerencia, que siempre es de agradecer, para servir el solomillo en brocheta, al desearlo uno de mis acompañantes muy hecho. Y según comentó, y a la vista de su plato al final, estaba muy bueno, acompañado con una guarnición de arroz pilaf y napado en salsa.
De las chuletitas con ajetes llegaron alabanzas a mi diestra, estas se presentaban con una costra tostada y acompañadas de rodajas de patata crujientes.
Y del pincho de rape y langostino puedo hablar en primera persona, ya que fue el escogido por mí, una elección recurrente que nunca me defrauda. Llamarle pincho es quedarse corto, ya que es una señora brocheta que intercala ambos ingredientes sin más distracción. Se presenta en la mesa ya liberada de su esqueleto, con un breve guarnición de patata al vapor, en singular, pues poco más hace falta a este plato para sobresalir. Junto a ella ofrecen salsa romesco, sirviéndola al plato. Un excelente producto bien tratado en la plancha, repetiré por supuesto.
Los postres fueron la culminación de una buena comida, y de estos puedo hablar porque no me resistí a meter la cucharilla allá donde pude. El postre de chocolate es una mousse delicada y de profundo sabor a cacao, acompañada de unas obleas crujientes que ofrecen contraste de texturas y entretienen el paladeo.
Las filloas invitan a comer a simple vista, gorditas, bien rellenas de crema, y bañadas en caramelo, son un excelente postre casero que justifica la a veces vacua coletilla. Y por fin, la tarta templada de manzana, que fue casi toda para mí, sobre un fondo de crema con una capa crujiente, en una tarta que se deshacía para agradar en la boca.
Una comida con la que los tres comensales quedamos muy satisfechos y con una sensación muy positiva. Acompañada de una botella de Matarromera Crianza 2007 y dos cafés, la cuenta fue de 63 euros por persona.
Botillería y fogón Sacha
C/ Juan Hurtado de Mendoza 11 28036 Madrid 91 345 59 52 Precio medio 50 euros
En Directo al Paladar | La experiencia de volver En Directo al Paladar | Restaurante Olentzo, en Zizurkil, Gipuzkoa