Si alguien quisiera dar una sorpresa a otro alguien -buena, a ser posible- existe un rincón en Madrid digno de las películas más taquilleras donde ella o él acaba con la tarjeta de un hotel, un número de habitación y un plan.
En Madrid se puede disfrutar de un lugar casi desconocido, solo accesible con un pase VIP: una llave negra, vinculada a una reserva de habitaciones cuyos precios oscilan entre 500 euros la noche en temporada baja y a partir de 800 euros la noche en temporada alta.
¿Buscas escenario para una ocasión especial? Así es el club más exclusivo -The Wellington Club- al que solo podrás acceder si te alojas en su hotel. Una propuesta para viajeros gourmet que quieran una experiencia diferente.
El Club secreto
A las ocho de la mañana, silenciosamente, una persona que quiere pasar desapercibida cruza el pasillo de la séptima planta y activa su tarjeta negra. La puerta del Wellington Club se abre automáticamente y los ventanales permiten el paso de la luz natural y el cielo de Madrid a primera hora.
No se escuchan ruidos de tazas y cubiertos, ni ajetreo con bandejas. Apenas un camarero de sala está listo para preparar el humeante café de aromas y procedencias internacionales, o tés con exclusivas mezclas diseñados por Beatriz Parreño.
El resto de delicatessen, barra libre, se extiende a disposición del cliente para que elija sin prisas.
Hasta las 13 horas este desayuno contemplativo -y gratis para quienes han reservado una habitación bajo la denominación The Wellington Club- va reponiéndose y presentando todo tipo de platos exquisitos.
La idea es acompañarlos de la prensa del día, libros de la biblioteca, conexión wifi para trabajar o vistas sobre los tejados de la ciudad en la terraza contigua, abierta a fumadores.
¿Se antoja unos huevos preparados de la forma que pida el cliente? Recién hechos. Tortilla de patatas, sushi, bandejas de ibéricos y quesos extremeños maridados con todo tipo de zumos naturales recién exprimidos, zumos detox, yogures y frutas de temporada. Es un brunch salvaje, inacabable, durante horas.
Según explican en el hotel, algunos viajeros internacionales regresan cada año solo por disfrutar de sus afamados churros, elaborados artesanalmente en la pastelería propia. Lo mismo sucede con todos sus dulces, como las pastas de mantequilla que se funden en la boca, distintos tipos de panes caseros para disfrutar con variedad de aceites, mantequillas, mermeladas o tomate rallado.
A partir del mediodía y para los viajeros que hayan pasado la mañana haciendo turismo por Madrid, trabajando o disfrutando de la piscina o el spa, The Club cambia su carta para continuar con el desfile de platos.
Se monta un bufé libre de comida, con delicatessen saladas como chips de verduras, pulgas variadas (de salmón y queso, vegetales, pollo al curry...), mini hamburguesas, brochetas de queso curado con pimientos baby rellenos de queso fresco, sopas frías y ensaladas variadas, cucuruchos y macarons rellenos de foie que directamente hacen perder el sentido**.
Las latas de conserva retro esconden anchoas del Cantábrico, mejillones en vinagre o salpicón de espárragos. Y para quien prefiera bocados calientes se ofrece también langostinos rebozados, croquetas, mini quiche o tempuras.
El peligro que tiene esta sala es que uno sabe cuándo entra... pero no cuándo va a querer salir. Si nos hemos entretenido con la lectura y nos da media tarde, podemos pedir cualquier cóctel y combinados -con o sin alcohol- preparados al momento por el bartender. Cake pops, brochetas de fruta fresca, pastas de té, crumble en versión mini siguen desfilando por la sala secreta que vuelve locos a los foodies.
La azotea exclusiva
Sobrevolar la ciudad de Madrid en helicóptero está sobrevalorado, además de prohibido (salvo que seas un agente de los cuerpos del Estado). Pero podemos conseguir casi las mismas vistas aéreas desde otro lugar. Cuentan en el hotel que no hace mucho, uno de sus clientes habituales pidió reservar The Club para dar una sorpresa a su novia, a quien iba a pedir matrimonio. Quería cerrar la sala con un servicio exclusivo para ellos dos, el champán y el anillo.
"No podíamos hacerlo, porque la esencia del Club es atender por igual a nuestros clientes. Está a su disposición para que puedan disfrutar de ese espacio íntimo y retirado, bebiendo y comiendo tranquilamente, sin preocuparse por nada. Alguien que hubiera reservado la habitación con este servicio incluido no querría encontrárselo cerrado por un evento privado. Así que le tuvimos que decir que The Club no podría ser.
Le prometimos que íbamos a pensar algo especial para su pedida, que estuviese a la altura de lo que buscaba. Estuvimos valorando todos los espacios del edificio... y al final se nos ocurrió: ¿por qué no crear un ambiente como The Club en la azotea, justo debajo del cartel de "Hotel", con las mejores vistas de Madrid? Se lo propusimos, le gustó y colaboramos en todo lo que estuvo en nuestra mano para que fuera un momento inolvidable. Creemos que funcionó bien: ella dijo que sí y se han casado hace poco", explica el jefe de cocina del Hotel Wellington, Javier Librero, con media sonrisa.
Imagen | Hotel Wellington
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