A pesar de que hay quienes aseguran que en verano comen menos, en la práctica muchos volvemos de las vacaciones con algunos kilos de más. El tiempo de descanso también lo es de disfrute gastronómico; que tire la primera cazuela quien no haya justificado ese heladito de por las tardes con un estamos de vacaciones, o no haya dejado tieso el chiringuito repitiendo paella hasta la extenuación.
Y de aquellos polvos vienen estos lodos, y en septiembre, que está al caer, nos damos cuenta de que somos un poco más grandes que en junio, a lo ancho, por supuesto. Y llegan las prisas por perder peso, abrazando la última dieta de cualquier doctor irracional o alguna starlette hollywoodense de esas que en un momento dado se confunden con un perchero de pie.
La dieta Dukan, la de la sopa milagrosa, la del sol, la reducción de grasas e hidratos, la gudités, la del grupo sanguíneo, la del milagrito de la virgen de la abstención, etc. En Directo al Paladar somos acérrimos seguidores de una dieta: la del sentido común, que pasa por consultar con el médico, reeducar nuestros hábitos, comer de todo y aceptar que quizá esos kilos de más no merecen un esfuerzo draconiano que pueda poner en peligro nuestra salud.
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