Entre las recetas más extendidas por nuestra geografía, quizás la caldereta de cordero se lleve la palma, la hermana menor del festivo cordero al horno. Este plato popular y tradicional se cocina en muchísimas zonas de España, como el cordero guisado, dándole cada una su toque particular. La que yo hago viene de la zona de Extremadura.
A diferencia de las patatas guisadas con cordero donde el protagonismo lo tienen las patatas que absorben el sabor del guiso, en esta receta de caldereta lo fundamental es el sabor de la carne, que combina perfectamente con el uso de las hierbas aromáticas, como en el jarrete de ternasco de Aragón. Si no lo habéis hecho nunca, este guiso tradicional castellano os va a gustar mucho, para alternar con la típica pierna de cordero al horno.
Comenzamos sazonando la carne y friéndola en aceite de oliva virgen extra hasta dorar bien su exterior. Después retiramos las tajadas de cordero y en el mismo aceite en el que hemos frito la carne preparamos un sofrito con la cebolla y el pimiento muy picados.
Cuando la cebolla esté transparente y el pimiento haya cambiado de color, añadimos las ramitas aromáticas, la hoja de laurel y un manojito de perejil picado, al que añadimos un poco de pimentón y tras dejarlo un minuto lo mezclamos después con los demás ingredientes.
Incorporamos a continuación el tomate muy picado y sin semillas y removemos con el resto de ingredientes dejando que se cocine despacito hasta que no quede nada de líquido. En ese momento reintegramos las tajadas de cordero a la cazuela, añadimos el vino y dejamos que evapore el alcohol removiendo durante un minuto.
Cubrimos ya el guiso con el caldo y dejamos que se haga a fuego lento durante unos 35-40 minutos, hasta que la carne de cordero esté bien tierna y el aroma de este guiso tradicional inunde la casa. Si vamos a hacer una guarnición, es el momento de prepararla para que esté lista en el momento de servir nuestra caldereta.
Con qué acompañar la caldereta de cordero
Esta receta de caldereta de cordero se debe tomar en cacerolitas individuales de barro que realcen su presentación tradicional. El mejor acompañamiento para este plato es un vaso de vino de la tierra y un pan con buena miga para disfrutar de la salsa, aunque unas patatas fritas nunca serían rechazadas por los comensales.
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