Cuenta la leyenda que el regidor de Baiona, Payo Veloso, era un hombre muy severo y tosco y de ahí que una de sus doncellas, para mitigar tan mal carácter, decidió confeccionar un postre especial que recogió del mesterial judío y el resultado fue espectacular según los vasallos de tal caballero.
El día 3 de agosto de 1942, la Carabela Pinta, acompañada por la Niña y la Santa María salieron de Palos de la Frontera (Huelva), rumbo al oeste, con intención de alcanzar las indias por occidente y el resultado fue el ya conocido por todos, el descubrimiento de un Nuevo Mundo. El 16 de enero de 1943, La Pinta y la Niña abandonaron las tierras descubiertas e iniciaron el viaje de vuelta a España. Empujadas por los vientos del oeste, llegan a la altura de las Azores el 14 de febrero, donde les sorprende una terrible y espantosa tormenta, que puso a las 2 naves al borde del naufragio y de la muerte. La Niña fue arrastrada hasta Lisboa y la Pinta arribó tres días antes de ese año de 1493 anunciando la existencia del "descubrimiento de América".
Cuenta la leyenda que los miembros de la tripulación llegaron exhaustos y su capitán Martín Alonso Pinzón muy débil y enfermo, de ahí que el regidor de la villa le agasajase con unos dulces que el propio Pinzón consideró como "eximio para el cuerpo y excelso para el ánima", y la recuperación fue sorprendente. La antigua receta de semejante manjar cayó en el olvido durante siglos, hasta que la repostera de Gondomar, Rosa Álvarez, recuperó la fórmula de sus ingredientes y el método de elaboración de este dulce conocido como los Ñoclos de Pinzón.
No nos ha revelado la receta, por otro lado lógico, pero nos cuenta que es un dulce muy similar a los melindres, sólo que más dulce y que uno de los ingredientes que utiliza es la canela.
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