¿Todavía hay alguien que no conoce a Dexter? Por si realmente queda alguien que no haya caído rendido a los pies de este personaje, os diré que es un asesino en serie que inevitablemente te cae bien, que secuestra tu empatía de manera que nunca desearías que nadie le pillara empuñando el cuchillo, y al que probablemente encargarías que cuidara de tu tía Gertrudis, la que está delicada de los huesos.
La introducción de la serie resulta fascinante, ya que unos gestos cotidianos e inocentes se interpretan, gracias a la sugestión y a unos excelentes planos detalle, como lo que no son. En mi casa, el ritual de visionado siempre comienza de la misma manera. Nunca nos saltamos la intro, lo cual, tras seis temporadas, quiere decir algo. Mientras me dejo seducir por las imágenes, a mi alrededor escucho voces como quita eso ¡qué asco!, ufff, sangre, o ¡qué dentera!. Todas esas sensaciones son causadas por actos tan inofensivos como comerse un huevo.
La intro está plagada de comida, y sin embargo, a pesar de saberlo, incita al miedo o al asco más que al hambre. Si lo viéramos desde otro punto de vista, envidiaríamos el desayuno que el analista Morgan se mete entre pecho y espalda, o desearíamos imitar su casi salvaje forma de deglutir. Tras matar un mosquito puñetero que le ha picado, Dexter se levanta de la cama y se afeita, dejando caer unas gotas de sangre en el lavabo y sobre un trozo de papel. Nada que no pase a casi la mitad de la población mundial. Pero nos pone en situación para el banquete que vendrá después.
Un grueso trozo de carne sale de una bolsa de plástico, un cuchillo corta su superficie y cae en la sartén para volver a ser atravesado de nuevo. El asesino (que lo es) la mastica con placer. Un huevo se fríe, un cuchillo corta la yema, caen gotas de tomate, el peligro acecha. Café molido, alguien empuja peligrosamente la cafetera de émbolo. Una naranja sanguina remeda un chorro de sangre arterial, otra victima del filo. Se descompone sobre el exprimidor, quedando sus vísceras a la vista.
A Dex no le queda más que lavarse los dientes, atarse los cordones de los zapatos y salir a la calle sin dejar de evocar su forma de matar. Y nosotros llegamos a ese momento con un poco de miedo en el cuerpo, cero hambre y unas sedientas ganas de pasar cincuenta minutos más con él.
En Directo al Paladar | Caramelos de Dexter para Halloween