Juan Valera tranquilizaba así a su madre, marquesa de la Paniega:
Aprovechándome de una buena coyuntura, me metí de patitas en la diplomacia, donde con saber bailar bien la polka y comer pastel de “foie-gras”, está todo hecho.
Y Casanova recuerda en sus memorias la inolvidable cena con la bella Lia en Ancona, gracias también al foie gras. Pero aunque pensemos que es un invento francés, en realidad el foie gras, máxima delicia gastronómica, símbolo del lujo y la sensualidad culinaria, fue creado por los romanos.
Apicio y Horacio cuentan que a Scipio Metellus se le ocurrió engordar el hígado de las ocas alimentándolas con higos. El hígado de la oca, así aumentado hasta el límite, era servido en los exclusivos banquetes de los nobles y ricos comerciantes romanos, como una representación del máximo lujo. El “jecur ficatum” romano era, por tanto, el hígado de las ocas hinchado por los higos, del latín ficatus que da en español la palabra hígado.
Curioso saberlo, aunque este manjar, que era servido tanto al natural como en terrina o en hojaldre, fue olvidado durante los oscuros tiempos medievales y vuelto a descubrir en el Renacimiento, donde lo vemos reaparecer en Francia en los años previos a la Revolución de 1879, de manos de Claude Close, cocinero del marqués y mariscal Contades, gobernador de Alsacia. Al ser despedido por el nuevo gobernador, Close fue a establecerse en París, donde cautivó el paladar de los revolucionarios con su “invento”.
Su éxito fue inmediato, a lo que ayudó el que el reputado pastelero de Burdeos, Doyen, se le ocurriera añadirle otra delicia culinaria, las trufas, en 1798, alcanzando así el foie gras una perfección casi sublime.
Años más tarde, el foie gras hizo su presentación de gala en las mesas de Europa con motivo del Congreso de Viena de 1815, donde Talleyrand tuvo la genial idea de llevar a su cocinero, el gran Carême, considerado unos de los más grandes cocineros de la historia y creador de las bases de la cocina actual. Allí se dice que el foie gras cambió la historia, cuando Francia consiguió que el zar Alejandro III y el resto de asistentes votaran a favor de la liberación de Polonia propuesta por Metternich, gracias al foie gras al oporto que se sirvió.
Acabemos con estos versos de Pablo Neruda:
Hígado de ángel eres! Suavísima substancia, Peso puro Del goce! Sacrosanto Esplendor de la cocina.
Estoy totalmente de acuerdo. Mi cena de anoche fue sencilla, foie gras y champagne. Un día es un día.
Imagen | Flickr En Directo al Paladar | Foie gras con pétalos de oro