Cuentan que el famoso experto Hugh Johnson había adquirido en subasta varios vinos del Duque de Wellington, entre ellos, había una serie de botellas escuetamente etiquetadas con la referencia Molino del Rey. Cuando Johnson probó el vino de aquellas botellas que habían permanecido guardadas más de siglo y medio, descubrió un vino muy especial, dulce, especiado, con singulares dejes ahumados y cítricos, y perfectamente conservado.
Investigando un poco más, Johnson llegó a la conclusión de que aquel vino provenía de la zona denominada Molino del Rey, tierras malagueñas que pertenecían al Duque, famosas por la producción de uvas pasas.
El inquieto Telmo Rodríguez a buen seguro que escuchó la historia antes de trasladarse, a finales del siglo pasado, a la Axarquía malagueña en busca del espíritu del Molino del Rey en las serpeantes laderas de las colinas de Cómpeta, y vaya si lo encontró.
El Molino Real (el de Telmo) es un vino elaborado con uvas moscatel previamente recogidas y posteriormente sometidas a un sistema de asoleo sobre paseras expuestas al sol (casi hasta la pasificación) con el fin de concentrar la mayor parte de azúcares. Las uvas son vendimiadas en su momento óptimo de maduración, evitando dejarlas sobremadurar en la vid para eludir la importante pérdida de elementos ácidos que la sobremaduración indefectiblemente conlleva.
El vino resultante no se encabeza (no se le añade de manera artificial alcohol para elevar su graduación), son vinos elaborados con cepas antiguas, de rendimientos muy limitados que adornan sus vinos con peculiares e intensas fragancias frutales y florales, vendimiadas en zonas que, por lo abrupto de la orografía, impiden el uso de maquinaria para suavizar las esquivas tareas de labranza y vendimiado.
Sirve este Molino Real como potente y llamativo altavoz sobre el que dirigir la mirada, para focalizar la atención en un proceso de elaboración vinícola muy interesante y peculiar. Ojalá sirva también como acicate y estímulo de una zona vitivinícola histórica, que lamentablemente cada vez va a menos.
Molino Real
A la vista se presenta con un vivo e intenso vestido amarillo pálido, recubierto por un sensual y brillante velo dorado. Bajo la ropa, voluptuosas curvas femeninas presagian un cuerpo denso, sinuoso, glicérico, que se agarra a la pared del vaso con intensidad e insistencia.
La nariz es sutil, delicada e intensa, con llamativos recuerdos a cáscaras de cítricos, especialmente de mandarina y nítidos y dulces homenajes al melocotón y el alabaricoque. Se suceden los aromas que recuerdan a pastelería, a bollería y hojaldre. Notas dulces, amieladas, confrontadas con la frescura que otorgan los matices exóticos tropicales a piña y lichi. Durante todo el trayecto, los efluvios frutales se dejan acompañar por las fragancias florales, con forma de rosas y jazmines.
En boca se muestra con carácter, con intensidad y profundidad. Es un vino dulce muy equilibrado, con lasciva acidez que inmoviliza la anodina dulcedumbre que acompaña a numerosos productos enológicos. Por la lengua resbala recubierto con una cremosa sensación de sedosidad que no evita que llegue hasta la más recóndita y escondida de las papilas gustativas que tapizan la cavidad bucal. El final, llamativamente fresco y ligeramente amargoso, incita con rijosa lujuria al consumo alcohólico.
Me encanta el rumbo que Telmo Rodríguez imprime a este vino, alejándose de la voluptuosidad y opulencia innata con la que la moscatel malagueña marca sus caldos, para acercarse, con moderación, a la sutileza y complejidad como sello de distintiva personalidad. No obstante, esta añada 2005, sin ser ni de lejos la mejor del Molino Real, mejorará, a buen seguro con el paso del tiempo (que quieren que les diga, uno no tiene paciencia).
Bodega:Compañía de Vinos de Telmo Rodríguez Zona: Malaga Uva: Moscatel Vino: Dulce con crianza Precio: 40 Euros (botella de 1/2 litro) Puntuación: 9
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