En política, las cosas se pueden hacer bien, mal o... a la española. Sirva como ejemplo para ilustrar esta afirmación la esperpéntica situación que arremolina la tan manida cruzada antitabaco, que parece salida de la pluma del mismísimo Valle-Inclán.
Va para cuatro años ya (como pasa el tiempo) en el que a bombo y platillo se habían sentado las bases para erradicar la deleznable costumbre de fumar en locales públicos, entendiendo como tales también bares, restaurantes y cafeterías.
La atmósfera estaba creada, las hordas de furibundos no fumadores campaban por las calles con el pecho henchido, mirando de soslayo al pobrecito fumador que, escondido en las esquinas de los bares, apuraba las últimas caladas que iba a poder disfrutar de manera legal. "Disfruta, que te queda poco de hacerlo" parecía decir con la mirada el no fumador.
Creado el ambiente apropiado, la gente concienciada y los fumadores habituales resignados por la ignominiosa y discriminatoria ley, llegó el día de autos y los responsables de restaurantes se debatían ante la disyuntiva de esa ultima noche (entiéndase la nochevieja de 2005) apurar como despedida o ceñirse a la flamante normativa.
Los clientes que llegaban lo hacían con la misma incertidumbre que los propios dueños del local. -¿Oiga camarero, disculpe, pero se puede fumar? -Lo siento mucho señora pero en disposición a la nueva ordenanza está prohibido fumar en locales públicos... - Si, pero es que en aquella mesa de la esquina estoy viendo una columna de humo -Es cierto señora, pero no se preocupe, porque al caballero de aquella mesa ya le he cruzado la cara con un guante y nos hemos citado al amanecer para batirnos en duelo..."
Hasta ahí todo correcto, a partir de ahí la repanocha, el pobre camarero (que bastante tiene con lo que tiene) se encontró de repente teniendo que ejercer también de policía, controlando el insano hábito dentro de su local, temeroso siempre de que al cliente que se le recriminara su actitud se ofendiera o de que apareciera una inspección y que en forma de sanción económica pudiera afearle su incívica falta de cooperación.
Para complicarlo aún más comenzaron los peros sis: No se puede fumar, pero si se habilita una zona especial... pero si el local tiene menos de 100 metros... pero si hay una directriz autonómica que lo matice...
Al final, todos locos. "-¿Disculpe camarero, se puede fumar? -Pues... la verdad es que no lo sé señora". La flamante ley acabó enfrentando a fumadores con no fumadores, a clientes con camareros, a locales que habían hecho una obra con los que no, a los locales grandes con los pequeños, a los de Madrid con los de Barcelona... y al final para nada, porque entre tanto desbarajuste, los fumadores volvían a ocupar su lugar en el centro de la barra con sus cigarrillos encendidos en la mano profiriendo estruendosas carcajadas entre calada y calada y los no fumadores retornaron a sus antiguas mesas cerca de la puerta.
No entro a valorar lo apropiado o inapropiado de fumar en los locales públicos, pero la concienciación social de la ley hace cuatro años garantizaba el éxito sin fisuras de la resolución. Y fue el propio estado con sus matices quien la echó abajo. Todo ello trajo consigo una falta de tacto con la hostelería sin precedentes, el empresario se encontró con que tuvo que lidiar solito con toda una serie de diatribas que redundaban directamente en su bolsillo, y con eso no se juega.
Y que le digan al hostelero que se haya gastado 30.000 euros en reformar su local con la separación de ambientes etc que ahora la sociedad sí está culturalmente preparada para adoptar la ley.
y es que, hay cosas que son infumables.
Foto l srgblog En Directo al Paladar l En 2010 entrará en vigor la prohibición de fumar en los restaurantes En Directo al Paladar l De hosteleros y tabaco