La uva albariño

La uva albariño
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Cuenta una leyenda que la uva albariño fue introducida en Galicia por los monjes cistercienses, allá por el Siglo XII, en su peregrinar a través del camino de Santiago. La cepa rápidamente se aclimató a las características climáticas y edafológicas gallegas. Allí reina como soberana sobre el resto de variedades blancas, treixadura, loureiro y godello principalmente, colocándose sólo un peldaño por debajo de las todopoderosas chardonnay y riesling internacionales. El albariño (el vino), con permiso del cava, es el blanco español más famoso fuera de nuestras fronteras.

La Albariño se presenta en racimos de grano menudo. Es una uva de brotación precoz y tardía maduración, lo que conlleva un largo ciclo vegetativo. El cultivo de la vid se suele elevar del suelo con la intención de facilitar el acceso de la luz solar y separar el cultivo de la humedad del suelo, lo que podría acarrear frecuentes infecciones.

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Aunque lleva siglos plenamente adaptada al clima y suelo gallego (especialmente al pontevedrés, donde ejerce pleno monopolio) el prestigio de la albariño es relativamente reciente. Coincidiendo con un mayor esfuerzo viticultor y una mejora en las técnicas de vinificación, la popularidad de la albariño repunta en la década de los 70 y se dispara en los años 80 del siglo pasado.

La uva albariño transformada en vino se caracteriza por tener un color amarillo pálido e ir a menudo acompañado de sugerentes irisaciones averdosadas. Suelen ser vinos límpidos e irradian un atractivo brillo que los hace especialmente estimulantes.

En nariz se presentan de manera intensa, con compleja y variada carga aromática donde destacan los aromas frutales (fruta blanca, cítricos, manzana, albaricoque...) florales (jazmín, flores blancas...) herbáceos (hinojo, hierba fresca, paja seca...), balsámicos y especiados.

Pero es en boca donde el albariño se muestra rotundo y compacto, haciendo gala de un superlativo equilibrio entre alcohol y acidez que lo hace especialmente agradable, todo arropado con un tacto glicérico y sabroso que desemboca en una sensación aterciopelada aunque fresca y con amplitud de matices, ideal para acompañar la marinera gastronomía regional.

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