Si el otro día dedicábamos un momento para hablar del color de la botella de vino, hoy lo hacemos con la forma con la que se presenta. Y es que, como seguramente se habrán dado cuenta, no todas las botellas de vino tienen la misma forma.
Una vez consolidados los diferentes estilos de vino, las principales zonas de elaboración optaron por diseñar un continente que las definiera y caracterizara. Así, la botella de vino, que inicialmente siempre había tenido una forma ancha y aplastada, pasó a presentar heterogéneas líneas en función de la zona de la que provinieran, eso si, manteniendo unas formas redondeadas, sin aristas, porque, en opinión de los que entienden, el vino evoluciona de manera más favorable en ausencia de esquinas, a parte de ser mucho más fácil su elaboración y facilitar una posterior limpieza para su reutilización.
Por ejemplo, en Burdeos, la botella utilizada es cilíndrica, con prominentes hombros donde se apoyarán los posos del vino, en el caso de que los presentara, antes de acceder a la copa. La botella bordelesa (que así comenzó a denominarse) es la más utilizada en la actualidad.
Sin salir del mismo país, la Borgoña propiciaba la utilización de un tipo de botella diferente, más ancha en la base que se va estrechando hasta el cuello, sin la presencia de hombros. La botella Borgoñona tiene algo especial, al menos para mí, me atrae de una manera mucho más intensa que lo hace la bordelesa.
Si famosas son las botellas bordelesa y borgoñona, no lo es menos la botella utilizada en la Alsacia y el Rhin para contener sus famosos vinos. Más estilizada y larga que las anteriores, parece idónea para guarecer los excelentes riesling y gewúrztraminer alsacianos y renanos.
Los tres principales tipos de botellas podemos verlos ampliamente utilizados en cualquier país y zona vitivinícola, pero, sin un motivo claro que lo avale, asocio la utilización de una botella alsaciana con los blancos albariños, la botella bordelesa con Ribera de Duero y la borgoñona con los clásicos vinos de guarda de la Rioja, y con los no menos clásicos catalanes.
Hablando de Cataluña, la botella de cava (también la del champagne, lógicamente) suele ser más gruesa y pesada para que soporte mejor la presión que el burbujeante líquido ejerce sobre ella, es el mismo motivo por el que la base aparece con una hendidura hacía el interior mucho más marcada que las botellas convencionales, ya que con una mayor superficie, la presión soportada se distribuye proporcionalmente y por tanto presenta una mayor resistencia.
En la actualidad la variedad de botellas a utilizar ha aumentado de la misma manera que lo han hecho las técnicas de marketing y de ventas, existiendo en el mercado variedad de contenedores de vidrio con versátiles formas que tienen la intención de resaltar su imagen sobre la del resto de la competencia, eso propicia la aparición de interesantes (o no) variaciones de las formas clásicas. Por cierto, el principal aporte español es la botella jerezana, estilosa botella parecida a la bordelesa pero con la base más estrecha que los hombros.
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