No sólo es posible sino además necesario realizar el análisis organoléptico del vino con los cinco sentidos: el oído, la vista, el olfato, el tacto y el gusto van a converger para determinar las conclusiones a las que lleguemos al catar un vino. Bien es verdad que no todos actúan con la misma importancia pero todos ellos nos van a transmitir información que convendría procesar y considerar para ayudar a acercarnos un poquito más a la naturaleza del caldo analizado. De todos los sentidos posibles, el oído quizás sea el menos afortunado, aún así, puede darnos información reseñable.
La primera consideración a tener en cuenta es que durante la cata de un vino conviene envolverse con el entorno más silencioso posible. La ausencia de ruidos garantiza una mayor capacidad de concentración sobre el producto a analizar lo que a buen seguro nos ayudará a extraer las pertinentes conclusiones en el resto de etapas analíticas.
El oído también adquiere importancia particular en cierto tipo de acciones concretas. Así pues, cuando al movimiento de introducción del sacacorchos en el corcho acompaña un molesto chirrido como de carretilla sin engrasar (salvando las distancias), hace que la sequedad del corcho (que esa es la naturaleza del ruido) nos ponga en alerta por si puede venir acompañado de un mal estado del vino al no asegurar la perfecta adherencia con el cuello de la botella.
El sonido que produce una botella de cava al destaparse de manera sonora es, para algunos, motivo de fiesta, de celebración, para otros, parte del carbónico que debería estar presente en la copa y que, por culpa de un mal servicio ya no lo estará y para todos, una falta de discrección y una llamativa forma de atraer la atención de los presentes ya que un inesperado ruido va a provocar que sin querer todas las miradas del establecimiento se dirijan hacia la mesa donde se realiza la acción.
En la misma línea de los vinos espumosos, el crepitar que produce el carbónico al desprenderse durante el servicio es tremendamente insinuante e ilustrativo, la burbuja, cuanto más fina (de más calidad) implosiona con un ruido más agudo, la duración e intensidad del burbujeo también puede ser un detalle esclarecedor acerca de la calidad del espumoso.
Durante el servicio del vino también es relevante el sentido del oído, un vino no debe servirse a borbotones, como un caballo desbocado, si no que debe escanciarse con un chorro totalmente homogéneo y controlado, que produce un sonido parecido al de un arroyo y que está demostrado (al menos en mi estomago) que favorece la presencia de jugos gástricos que ayudarán a la posterior digestión.
En este paseo sobre la incidencia del sentido del oído en el vino, no podemos dejar de comentar el famoso brindis, el cual tiene un mejor sonido a medida que mejora la calidad de las copas que se utilizan. Se dice que la costumbre de hacer chocar los recipientes con vino tiene su origen en la época medieval ya que al chocar ambas copas y mezclar sendos vinos, se aseguraba que el vino no estaba envenenado, práctica, por otra parte, bastante habitual en la época. También he oído comentar que el choque de cristales para el brindis se hacía con la intención de hacer partícipe a los cinco sentidos en el disfrute del vino, siendo el sentido del oído al que menos se recurre de los cinco y así asegurar su presencia también por medio del brindis. Salud.
Foto l Rumpleteaser l Shht En Directo al Paladar l La botella de vino abierta En Directo al Paladar l La mujer y el vino