En 2014, los españoles gastamos 3.226 millones de euros en comida rápida, pero un nuevo estudio de la Universidad de Berkeley y la Agencia de Protección Ambiental puede quitarnos el apetito.
Los resultados son sencillos de explicar: algunos envoltorios y recipientes que se usan en el mundo de la comida rápida contienen compuestos químicos perjudiciales y, por lo que sabemos, esos compuestos pueden pasar a la comida. Pero, para entender sus consecuencias, tenemos que profundizar un poco más.
Los compuestos que nunca acaban de irse
Los compuestos (altamente) fluorados resisten muy bien el calor, el agua y el aceite, por lo que son especialmente problemáticos en el contexto de la comida rápida. El estudio publicado en Environmental Science & Technology Letters no determinó si estos productos podían transferirse a los alimentos, pero no hacía falta. Tenemos bastantes estudios que ya lo han demostrado.
No obstante, este tipo de sustancias no son seguras. Durante años fueron usadas en el proceso de potabilización del agua y fueron retiradas precisamente por esto. Por ejemplo, el ácido perfluorooctanoico (una sustancias que se usaba para la fabricación del teflón o el gore-tex) provoca colesterol alto, hipertensión, cáncer de riñón, testicular, problemas de tiroides, colitis ulcerosa o interferir con los procesos de inmunización de las vacunas.
Uno de cada tres envoltorios contiene sustancias problemáticas
Los investigadores reunieron más de 400 muestras de recipientes en 27 cadenas de comida rápida de Estados Unidos. El equipo técnico dirigido por Graham Peaslee detectó químicos fluorados en, al menos, un tercio de los recipientes. Descontando los vasos (que no tenían estos productos) un 57% de los envoltorios de comidas, un 56% de los envoltorios de postres y el 38% de los paquetes de sándwiches y hamburguesas y el 20% de cajas de patatas fritas.
En esta lista se puede ver en los paquetes y envoltorios de qué cadenas encontraron compuestos fluorados. Muchas de ellas venden sus productos en España y, aunque no suelen compartir envoltorios con las cadenas norteamericanas, es algo interesante a tener en cuenta. Sobre todo, para que las empresas reflexionen sobre los envoltorios que utilizan.
Y es una situación complicada porque muchos de estos estos compuestos ya estaban teóricamente retirados de los recipientes y envoltorios. Por lo que los investigadores apuntan a las importaciones y a los deficientes controles sanitarios e industriales del sector.
Los PFAS en contexto
Pero, pese a los titulares que hemos podido ver estos días, hemos de poner el asunto en contexto. Este tipo de productos son muy comunes. No sólo forman parte de muchos objetos y productos de uso cotidiano (desde alfombras a las sartenes antiadherentes), sino que se han encontrado hasta en los tejidos de los osos polares (que, por lo que sabemos, no viven expuestos a ningún tipo de contaminantes). Y, en este contexto, los niveles de estos compuestos no representan una amenaza para la salud pública.
Es decir, la búsqueda de productos cada vez más seguros y eficientes no debe desembocar en una quimifobia peligrosa e inespecífica. Como explicaba Philippe Grandjean, profesor de salud ambiental de la Universidad de Harvard, "este es un problema solucionable". De hecho, es un problema que hemos ido solucionando poco a poco. En cambio, la alarma social es muy difícil de controlar.