La menta, el romero, el tomillo,... las hierbas aromáticas en general, son responsables de una de las cosas más importantes en nuestros platos: el olor. Muchas veces, un toque de tomillo en nuestras carnes o un poco de menta en nuestros postres puede cambiar totalmente el aroma del plato, y por tanto también el sabor y la percepción que tengamos a la hora de sentarnos a la mesa.
Sin embargo, las hierbas aromáticas no son sólo esas especias que nos ayudan en la cocina, también son grandes remedios poco conocidos, ya que sus propiedades saludables han quedado a la sombra de su aroma.
La menta es un ejemplo muy claro de ello, se trata de una planta muy digestiva aunque muchos de nosotros la tenemos en casa para decorar y aromatizar sobre todo nuestros postres, pero lo que no sabemos es que en esos días en que hemos comido mucho, tenemos gases, o sentimos náuseas, una infusión de menta puede calmar el dolor y hacernos sentir mucho mejor.
La menta hace que se estimule la formación de bilis en el hígado, y ayuda al páncreas a segregar las encimas que necesitamos para la digestión, esto hace que nuestra digestión sea más fácil y previene problemas derivados de los excesos.
Es muy adecuada para aquellas personas a las que les gustan las comidas fuertes, pero tienen estómagos delicados. A todos nos cuesta resistirnos a una fabada, con su choricito, su panceta, su morcilla,... pero claro, al llegar la noche, llegan los problemas: flatulencias, reflujo, dolor de tripa,...
Todo esto puedes arreglarlo con una simple infusión de menta después de comer, además su olor también es muy utilizado en aromaterapia, ya que tiene propiedades relajantes, así que matas dos pájaros de un tiro.
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