Esta semana, el programa BBC Watchdog, que suele tratar temas de consumo, ha emitido una investigación que ha dejado helados a los aficionados al café del Reino Unido: el hielo de las tres grandes cadenas de cafeterías (Starbucks, Costa y Caffe Nero) contiene bacterias fecales.
"Yo me lo pensaría dos veces antes de tomar algo que contenga contaminación fecal a ese nivel", decía sin tapujos Rob Kingsley, investigador del Quadram Institute Bioscience. Pero, ¿Cómo es posible esto? ¿Es un hecho aislado o deberíamos temer a los cubitos de hielo?
La bacteria que vino del frío
No hay que andarse con remilgos: la presencia de bacterias coliformes es un indicador nítido de contaminación fecal. Hay algo en el proceso de fabricación que falla. Y no es la primera vez que ocurre: en el mismo Reino Unido, el año pasado ocurrió algo similar con varios establecimientos de la cadena americana KFC. Pero es que, hace más de 10 años, ya os hablábamos del mismo problema.
"Los niveles de este tipo de bacterias permitidas en el agua del grifo son muy bajos, menos de diez microorganismos por mililitro", explicaba Margarita Gomez Escalada, profesora de microbiología de la Leeds Becket University y una de las científicas que han llevado a cabo los experimentos. El problema es que se encontraron cientos de microorganismos (coliformes y de todo tipo).
Los resultados son graves, sí. Las bacterias que encontraron son lo que se conoce como 'patógenos oportunistas'. Son bacterias que no suelen afectar a personas sanas, pero que pueden causar enfermedades (y bastante serias) en personas con sistemas inmunitarios debilitados. Es decir, esas cifras son una bomba de relojería esperando a su víctima.
No obstante, no hay que olvidar que la muestra es diminuta y que, pese a que los análisis han sido llevados a cabo por profesionales de alto nivel, la comunicación de estos no deja de ser en un programa de televisión. No hay una investigación detrás no sabemos exactamente cuál es el problema, ni si está generalizado. Es decir, el alarmismo no tiene sentido.
Con alarma o sin ella, ¿cómo es posible que pasen estas cosas?
Pues porque "nadie mira al hielo", dice Gomez Escalada. Y no le falta razón. El hielo no solo parece inocuo por naturaleza, sino que resulta difícil saber cuándo está en mal estado. Es más, ante una intoxicación, al derretirse rápido no suele identificarse como la causa.
Personalmente, lo que me genera más incertidumbre es saber que el agua no tiene casi bacterias de este tipo. ¿De dónde salen las que tiene el hielo? ¿Pero es que no pasa controle el proceso de fabricación del hielo?
El caso es que sí. Las empresas de fabricación de hielo están sometidas a estrictos controles sanitarios como todas las fábricas de productos alimentarios. De hecho, al ser un producto congelado, la cadena de transporte está más controlada de lo habitual en muchos casos.
En principio, lo único que explica esta brecha de higiene es la mala manipulación (empaquetado con las manos sucias o problemas de transporte), pero los casos en los que ocurre esto son escasos. Normalmente, este tipo de cosas ocurre cuando el hielo se fabrica en el mismo establecimiento. Porque, sobre todo, el problema son las pequeñas máquinas de fabricación de hielo.
El hielo, por esa sensación de seguridad de la que hablábamos, no preocupa demasiado a nadie. Con lo que sus máquinas muchas veces no tienen los filtros adecuados, están manipuladas por personal sin formación o no están lo suficientemente limpias. O las tres cosas a la vez. El combo perfecto para que la contaminación llegue a los cubitos.
¿Qué hacemos? ¿Dejamos de consumir hielo? ¿En verano?
Quizá los más curioso de todo esto es que mientras nos volvemos locos con el agua embotellada, descuidamos otros productos parecidos como el hielo que pasa completamente desapercibido. Y eso que España encabeza el ranking mundial de consumo de cubitos de hielo.
No, no debemos dejar de consumir cubitos. En todo caso, debemos empezar a hablar de ellos y a generar una cultura gastro-sanitaria que valore el hielo y se preocupe por él. Puede parecer nimio, pero, a la larga, nos jugamos bastante en ello.