Tan medieval como francesa: la sopa de cebolla fácil y tradicional que harás cada semana en casa

Todo un clásico que con su gratinado enamora a todo el mundo

Sopa Cebolla Francesa Medieval
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De todas las artes culinarias del invierno, quizá la de las sopas sea con diferencia la más agradecida. Barata, caliente y sustanciosa, una buena sopa es el primer plato perfecto para entonar cuerpo y mente sin complicarnos la vida.

Eso no quiere decir que las cremas de verduras no nos encanten, pero necesitan un poco más de trabajo o, al menos, algo más de cariño. Lo contrario de lo que sucede a las sopas, que podemos poner en marcha con un poco de agua.

Es evidente que siempre van a ser mejores si partimos de caldo de verduras o, incluso, si preferimos iniciarla con caldo de pollo. Sin embargo, las sopas más tradicionales de nuestra cocina acaban iniciándose con agua, como sucede con la sopa castellana.

Sin embargo, hoy salimos del confort de la cocina española y nos sumergimos de lleno en los humeantes tazones de la cocina francesa, donde la sopa también es santo y seña, y donde, si hablamos de humildad, reina de republicanas maneras la sopa de cebolla.

En este caso, sencilla y canónica. Cebolla, pan, un poco de queso, un vaso de vino blanco y el resultado, en menos de una hora, nos permite salir por la puerta grande. El misterio es poco, más allá de mimar a las cebollas, cortadas en juliana, en una olla con una pizca de aceite y un poco de mantequilla para que se doren y cocinen.

¿Cuánto? Pues al gusto, pero que no se quemen. Hay quien prefiere que solo se blanqueen y hay gente que prefiere que queden doraditas. Ahí, como prefiráis. Luego añadimos un poco de harina, para formar una especie de roux, e incluimos agua y vino blanco mientras removemos, poniendo después el punto de sal y pimienta.

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Se deja cocer todo durante una horita, aprovechando los 10 minutos anteriores a rebanar un poco de pan y tostarlo en el horno a 180 ºC apenas 10 minutos. Cuando el pan esté tostado, aprovechamos el horno caliente ya con la sopa en sus cuencos, colocamos el pan sobre la sopa, incluimos queso rallado por encima –el que prefiráis– y gratinamos cinco minutos.

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