Muchos asocian las calles de Barcelona con amplias avenidas y largas rectas, características del Eixample. Sin embargo, esta percepción se centra en una parte moderna de la ciudad. La realidad es que la capital catalana es una de las ciudades más antiguas de España, habitada desde tiempos romanos.
Su pasado medieval otorga un encanto particular a barrios como el Gòtic o el Born. Precisamente, en el corazón del Born, se encuentra la calle más pequeña de Barcelona: el carrer de l'Anisadeta
El carrer de l'Anisadeta mide apenas cuatro metros de longitud, lo que la convierte en la vía más corta de la ciudad. Esta diminuta calle conecta el carrer dels Canvis Vells con la plaza de Santa María, justo al lado de la majestuosa basílica de Santa Maria del Mar, también conocida como la Catedral del Mar. A pesar de su tamaño reducido, esta calle alberga una curiosa historia que se remonta al siglo X.
El nombre "Anisadeta" proviene de una antigua taberna llamada "la Nisadeta", que operaba en esta ubicación hace más de mil años. Este establecimiento era famoso por servir anís a los pescadores y trabajadores del puerto que frecuentaban la zona.
Según relatos históricos, una joven camarera, conocida por su amabilidad y belleza, atendía a los clientes, ofreciendo vasos de anís con agua fresca para refrescarse después de largas jornadas laborales. Este detalle resalta la importancia de la taberna en la vida cotidiana de la comunidad portuaria de la época.
Con el paso del tiempo, la estructura urbana de Barcelona experimentó cambios significativos. Durante la Edad Media, la ciudad estaba confinada dentro de murallas, lo que provocó un crecimiento desordenado y la aparición de calles estrechas y sinuosas. El carrer de l'Anisadeta es un ejemplo de este desarrollo urbano medieval.
Originalmente, la calle era ligeramente más larga, pero la existencia de voladizos, construcciones que sobresalían de las fachadas para ganar espacio habitable, redujo su longitud. Estos voladizos eran comunes en la arquitectura medieval de Barcelona y reflejan la ingeniosidad de sus habitantes para adaptarse a las limitaciones espaciales impuestas por las murallas.
La taberna "la Nisadeta" continuó siendo un punto de encuentro popular hasta el siglo XIX. Con la expansión de la ciudad y el derribo de las murallas, el establecimiento se trasladó a unas barracas adosadas al muro de Santa Maria del Mar, frente al Fossar de les Moreres. Este traslado marcó el fin de una era, pero el nombre de la calle perduró, manteniendo viva la memoria de la taberna y su relevancia en la historia local.
Hoy en día, el carrer de l'Anisadeta es una curiosidad turística que atrae a visitantes interesados en descubrir los rincones más peculiares de Barcelona. A pesar de su diminuto tamaño, la calle cuenta con un único edificio que alberga un bar y posee un solo número de portal. Muchos transeúntes pueden pasar por ella sin darse cuenta de su existencia, lo que la convierte en un tesoro escondido en medio del bullicioso barrio del Born.
Además, la existencia de esta calle destaca la riqueza del patrimonio cultural de Barcelona. Mientras que el Eixample representa la modernidad y la planificación urbana del siglo XIX, barrios como el Gòtic y el Born conservan la trama medieval que caracteriza a la ciudad. Estos contrastes entre lo antiguo y lo moderno ofrecen a residentes y visitantes una experiencia única, donde cada calle y rincón cuentan una historia diferente.
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