Innovar, equivocándose: la Rosca de Medina, el dulce más querido de Burgos, nació de un “fallo pastelero”

Esta creación original de la pastelería Dieste es hoy por hoy el dulce más típico de Burgos

Charo
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Toda ciudad o pueblo grande tiene (o debería tener) un dulce típico. Algunos se traen de fuera, otros se crean en concursos y, otros, como en Burgos, son fruto de la casualidad.

Aunque se conocen con diversos nombres, las Roscas de Medina son una creación original de la pastelería Dieste, una de las mejores y más veteranas de Burgos.

Como explica su actual propietaria, Charo G. Dieste, hija de una de las fundadoras, su postre más famoso fue fruto de un error que devino en éxito.

Su madre, Charo Dieste, y sus tres hermanos, abandonaron Medina de Pomar, un pueblo del norte de la provincia, para abrir una pastelería en Burgos capital, que por entonces bautizaron como Pastelería Cid. Corría el año 1961. “Venían de otra empresa que no tenía nada que ver, de autobuses, pero decidieron montar una pastelería”, explica. “Tenían mucha relación con los pasteleros que había en Medina, que vinieron también a Burgos, a donde trajeron también a un pastelero de Bilbao”.

Roscas No hay quien se resista a las Roscas de Medina

Cabría pensar que las Roscas de Medina vinieron del pueblo de origen de los dueños, pero nadie hace este dulce fuera de Burgos capital. “En Medina se hacía un postre que se llama Barroso, parecido a las rosquillas de Reinosa”, explica Dieste. “Pero el pastelero que vino de Medina tuvo un fallo pastelero. Por un tema de fórmula se le aplanaron, pero a la gente le gustaba”.

Y no es para menos. Al espachurrarse, el hojaldre concentra de forma mucho más intensa el sabor a mantequilla. Basta añadir un poco de azúcar para presentar un dulce que conquista a todo el que lo prueba.

Su éxito fue inmediato y se extendió por otras pastelerías de Burgos que, para disimular, le pusieron otros nombres como reinosas, medinas, etc. Pero todas pasaron a servir unas rosquillas espachurradas que sabían mejor que ninguna otra.

Obrador Dieste tiene un solo obrador, tras la tienda de la calle Barrio Gimeno, desde el que se lleva el género también a su tienda de la Avda. Cid Campeador.
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Una pastelería donde todo está rico

Dieste es una de esas pastelerías en las que, nada más entrar, sabes que todo está rico. Y la razón, como siempre en estos casos, es la obsesión por preservar el oficio y no descuidar las materias primas.

“No hay nada que se traiga prefabricado y todo se hace en el obrador”, apunta Dieste. “Hacemos, por supuesto, la nata, pero también la crema pastelera, que nadie la hace a mano y a máquina no queda con la misma textura”.

Tizona La Tizona, bautizada en honor a la legendaria espada del Cid Campeador, es una tarta infalible.

La pastelería es especialmente famosa por todos los dulces elaborados con hojaldre, que se elabora siempre con mantequilla de Espinosa de los Monteros. Las roscas de Medina son, con toda la lógica del mundo, el superventas absoluto, pero es difícil resistirse a su milhojas de crema y nata, sus palmeras o sus empanadas.

Otro de sus hits es la Tizona, una suerte de versión de la tarta San Marcos, con bizcocho, nata y una cobertura de yema tostada. Y, como en todos los obradores de Burgos, se trabaja también el Chevalier, el nombre con el que se conoce en la ciudad a las bambas de nata coronadas con almendras laminadas. Así lo bautizó el pastelero de origen vitoriano Jesús Pinedo, que se asentó a comienzos de siglo XX en Burgos y puso este nombre al pastel en honor al cantante francés Mourice Chevalier.

Chevalier El Chevalier es una bamba de nata alargada que se cubre con azúcar glas y almendra laminada.

Dieste es una de esas pastelerías que deberían preservarse de por vida y que, por desgracia, van desapareciendo de muchas ciudades a favor de mostradores donde se vende bollería y pastelería descongelada. Por suerte el relevo, de momento, está garantizado. “Los pasteleros, aunque les veas jóvenes, llevan más de 20 años con nosotros”, explica su jefa. “Mucha gente ha entrado aquí con 18 años y se han jubilado en esta pastelería”.

Trabajar los fines de semana no es de gusto de nadie, pero mientras haya reposteros dispuestos a seguir e el oficio, empleo no va a faltarles.

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