Euskadi es un destino veraniego imprescindible para quienes busquen escapar del calor más sofocante que invade otros enclaves turísticos de España, pero sin renunciar a disfrutar de la costa, las playas y el ambiente marinero. Son muchos los pueblos pesqueros que pueden enamorarnos con sus encantos, pero si queremos disfrutar de la historia y cultura vasca más auténtica, tenemos que dirigirnos al cabo de Ogoño.
Protegido y custodiado por escarpados acantilados, Elantxobe surge casi por arte de magia en un trazado urbano de lo más peculiar que siempre termina mirando al mar y, sobre todo, al puerto. Surgido como pequeño núcleo de pescadores del que se tienen noticias ya en el siglo XVI, la historia y la morfología de esta villa no se pueden comprender sin la presencia del mar Cantábrico y la riqueza profunda del Atlántico. Aguas, paisaje y clima que han cincelado la personalidad y la vida de sus habitantes desde que los primeros pobladores decidieron echar aquí raíces.
“Elantxobe es el pueblo más extravagante por su estructura, original, por la situación de su caserío y sorprendentemente por lo pintoresco de la naturaleza que le rodea”. Esta definición que hizo de la villa el investigador Juan Delmae nos da una buena pista de lo peculiar de su trazado, adaptando las viviendas, calles, carreteras y el propio puerto al agreste terreno.
La población actual cuenta con tres vías de acceso que se dividen justo en la entrada, llevando una hasta el puerto, otra hasta la atalaya, y la tercera hasta el barrio de Bermokiz. Recorrer Elantxobe es seguir los desniveles de sus estrechas callejuelas sobre las que se asientan los edificios escalonados, sintiendo cómo los pasos dirigen al visitante, inevitablemente, hacia el puerto.
Se distingue así claramente la parte alta de la parte baja, contando la primera con varios miradores que regalan unas vistas magníficas de la villa, el mar y la naturaleza que lo rodea. También en esta zona se encuentran algunos monumentos destacados, como la iglesia de San Nicolás de Bari, en la única planicie del lugar, levantada en el siglo XIX por iniciativa de la cofradía de pescadores.
La calle principal, Kale Nagusia, hay que recorrerla de arriba a abajo con calma y mirando bien dónde se pisa, pues presenta un acusado desnivel con su tradicional cubierta de piedra que invita a tomarse el paseo con calma. Además, a ambos lados se levantan numerosos edificios tradicionales que merece la pena contemplar, así como construcciones neoclásicas que conforman el patrimonio cultural del pueblo.
En verano se puede aprovechar además para refrescarse en las piscinas naturales del pueblo, o acercarse a las preciosas playas de Laga y Laida, muy frecuentadas por aficionados al surf y otros deportes de agua. El entorno de la villa, integrado en el espacio natural de Urdaibai, Reserva de la Biosfera, ofrece multitud de rutas, visitas y actividades de todo tipo para disfrutar durante días de una de las zonas más atractivas de la provincia y de todo el País Vasco.
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Imágenes | Ander Abadia Zallo - Zarateman - Beltxo84
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