Quizá seamos un país que se llene de dualismos. Será nuestra idiosincrasia. O el inconformismo. O todo a la vez. Lo que sí sabemos es que el mantra de las dos Españas nos persigue incluso más allá de los temas triviales, como la política, hasta los temas realmente importantes de la vida como es la comida.
¿Se echa antes el aceite que el tomate a las tostadas? ¿La tortilla de patatas debe llevar cebolla o no? ¿Los huevos rellenos se han de servir bocarriba o bocabajo? Sí, nos gustan las dicotomías. Incluso trasladadas al mundo de las marcas.
España es un país de dilemas que también se vuelve marquista. Coca-Cola o Pepsi; Nesquik o Colacao; Nocilla o Nutella… Parece que las dudas con el chocolate, como habría cantado el grupo de indie rock Supersubmarina, son "infinitas".
Sin embargo, el chef José Andrés, el mayor embajador de la cocina española en el mundo, era Team Nocilla y en su blog de Substack, titulado Longer Tables, ha dejado patente que sus legendarias meriendas infantiles, pan de molde mediante, tenían siempre bien untada una capa de Nocilla en su tierno interior.
Elemento casi indisoluble de nuestros caprichos infantiles, la Nocilla ha llenado páginas de gloria en patios y parques, mientras madres y abuelos se afanaban en intentar que nos comiéramos el sándwich entre patadas al balón, berrinches y rodillas raspadas… ¡Qué tiempos!
Por eso, creemos de recibo traer la receta que José Andrés ha compartido en su Substack para hacer una nocilla casera y que, seguramente, sea tan infalible que no vuelvas a caer en la tentación del súper.
Misterio no tiene mucho. Ingredientes, poquitos. Y trabajo, también entre cero y nada. Lo único que hay que hacer con algo de exigencia es que las avellanas, base fundamental de esta crema de 'leche, cacao, avellana y azúcar…', no se nos quemen.
Para hacer un par de tazas y media de nocilla doméstica, José Andrés recurre a tres tazas de avellanas crudas y peladas; tres cucharadas soperas de leche en polvo; siete cucharadas de azúcar; una cucharadita de café de extracto de vainilla; dos cucharadas soperas de mantequilla; cinco cucharadas soperas de cacao en polvo y una pizca de sal marina en escamas.
La ciencia, decimos, mínima. Precalentamos el horno a 175 ºC y, una vez a esa temperatura, ponemos las avellanas sobre una fuente de horno durante media hora o hasta que veamos que tienen un color dorado. Conviene, explica el chef, "revolver la fuente a alguna vez para que las avellanas no se quemen".
Pasado ese tiempo, metemos las avellanas tostadas en un procesador de alimentos y las trituramos hasta que quede una crema. Podéis usar la Thermomix u otro robot de cocina.
Cuando ya tengamos la crema de avellana, vertemos el resto de ingredientes, mezclamos otros 20 minutos o hasta que quede con una textura suave y tendremos lista nuestra nocilla doméstica que ya podremos meter en el frigorífico para usarla cuando queramos.
Imágenes | Longer Tables with José Andrés
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