Cuando uno es menor de edad, desea con todas sus fuerzas que llegue la Navidad por las vacaciones y por los regalos. Cuando uno crece, como las vacaciones son más cortas y la ilusión por los regalos (o que acierten con ellos) de crece, siempre nos queda el consuelo de ser unos triperos.
Lo evidente, es que durante todo el año ya vamos viendo ingredientes que antes eran propiamente navideños y que ahora podemos encontrar en cualquier temporada. ¿Todos? Pues no, no todos. O, al menos, hay ciertos ingredientes o platos típicos de Navidad, que es muy difícil ver el resto del año.
Por eso, cuando en mis mesas de Navidad aparece una pularda al horno, no puedo evitar salivar y pensar que ha merecido la pena esperar 12 meses para volverla a tener en la mesa.
Hay casas que son muy de cochinillo. Hogares que son más de cordero asado. O, lo que también es muy frecuente, que directamente seamos del terreno del solomillo, Wellington o de los grandes pescados al horno. Sin embargo, desde que en mi casa entran de forma más o menos religiosa las pulardas y los tapones, he de reconocer que es difícil bajarlos del pedestal.
En casa gustan porque son relativamente asequibles, permiten muchas alternativas para modificarlos a nuestro gusto y además son algo más ligeros (dentro de lo que cabe) que el resto de asados de carne. Además, comerse las sobras de una pulgada o de un capón a lo largo de los siguientes días es mucho más fácil. Croquetas, canelones, ropavieja, empanadillas, bocadillos… Topamos con sobras más versátiles de lo que suponen el cordero asado o el cochinillo.
Además, en DAP tenemos una receta ganadora para preparar pularda al horno, donde te damos todas las indicaciones para que te quede perfecta. También las ideas de un relleno bastante clásicos con frutas deshidratadas, fruta fresca y frutos secos que le va de maravillas y que puedes modificar al gusto.
El único truco —que no exige nada de artisteo— es comprobar en qué momento debemos cubrir nuestra pularda con papel de aluminio mientras está en el horno para que no se nos seque más de la cuenta y la piel siga quedando crujiente y tersa.
Por lo demás, recordad algunos pequeños detalles: una hora de cocción por cada kilo de peso de la pularda a 180º y regar de vez en cuando la propia pularda con los jugos que va soltando para que no se quede seca. Con todo y con eso ya tendrás un asado de impresión más fácil de lo que crees.
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