La nevera es un instrumento indispensable para prolongar la vida de los alimentos, pero no siempre la usamos correctamente. Pese a que se han escrito ríos de tinta al respecto, hay desalmados que siguen guardando el pan de molde en el frigorífico y gustan de tener la mantequilla como si fuera un yunque.
Pero, al margen de estas obviedades, el debate sobre qué podemos o no guardar en la nevera da para mucho. Y ahora que se acerca el invierno nos surgen numerosas dudas, sobre todo en lo que respecta a los alimentos frescos: ¿sirve de algo seguir guardando la fruta en la nevera? ¿Qué pasa con las hortalizas?
Una campaña organizada en Reino Unido por la ONG Wrap, la Agencia de Normas Alimentarias y el Departamento de Alimentación y Asuntos Rurales, anima a los supermercados a marcar las frutas y verduras que deban conservarse en la nevera con una pegatina en forma de frigorífico, para que se reduzcan los desperdicios domésticos de comida. No en vano, aunque parece que con este frío se pueden conservar todas las frutas y verduras fuera de la nevera, lo cierto es que hay variedades a las que la temperatura ambiente sigue sin sentarles bien. Son estas:
Manzanas
Aunque, aparentemente, las manzanas son frutas con una vida alargada y que no suelen ponerse malas, hay una enorme diferencia entre las que están bien conservadas y las que no. Si nos gusta morder una manzana crujiente y fresquita lo mejor es tenerla a unos cuatro grados centígrados: la temperatura habitual de la nevera. Bajo estas condiciones, la vida óptima de las manzanas se alarga hasta dos semanas.
Hay que tener en cuenta, además, que las manzanas son una de las frutas que emiten más etileno, un gas que acelera la maduración de todo lo que le rodea. Como norma general, las frutas emiten más etileno que las verduras, que son más sensibles al mismo. Es por ello por lo que conviene que frutas y verduras estén separadas en la nevera, pero especialmente las manzanas, que pueden echar a perder lechugas, judías verdes, zanahorias…
Naranjas
Si al comprar las naranjas están lo suficientemente maduras (y suelen estarlo) lo mejor es llevarlas directamente a la nevera. Una vez que están en su punto empiezan a perder vitamina C, un proceso que se ralentiza si se conservan en frío. Ahora bien, hay que tener cuidado con la humedad, que puede desgraciarlas, por eso es aconsejable tenerlas dentro del cajón de la fruta –para algo existe– o en un tupper cerrado.
La misma norma aplica al resto de cítricos, aunque las mandarinas pueden perder algo de su sabor dulce y ganar en acidez, pues el frío fomenta la fermentación de azúcares.
Frutas del bosque
Al igual que las naranjas, las frutas del bosque –arándanos, frambuesas, fresas, moras…– deben conservarse bien secas, para evitar que se pudran. Como explica Liliana Fuchs, si no las compramos lavadas, es mejor limpiarlas con una mezcla de agua y vinagre en proporción de 3:1 y después secarlas concienzudamente con papel de cocina. Tras esto, deben conservarse en la nevera dentro de un tupper, también con papel de cocina para que absorba la humedad.
Uvas
Se conservan mejor con el frío, así que mejor en la nevera, bien lavadas y secas. Al igual que las frutas del bosque, es aconsejable conservarlas en un tupper o bolsa cerrada.
Verduras de hoja
Las lechugas, acelgas y espinacas se conservan mejor en la nevera, pues una vez recogidas las hojas se deterioran a toda velocidad. Lo ideal es lavarlas antes, para eliminar la tierra y los insectos que puedan contener, y retirar las partes que estén dañadas. Después es importante secarlas bien y conservarlas en un paño seco que absorba la humedad. Es importante además colocarlas en el cajón de las verduras, donde la temperatura no es tan fría como en el resto del frigorífico.
Coles
Las crucíferas –repollo, brócoli, coliflor, lombarda…– se conservan igual que las verduras de hoja, aunque dado su tamaño, lo ideal es conservarlas en una bolsa de plástico perforada.
¿Y el resto de frutas y verduras?
Como norma general, y más en invierno, el resto de frutas y verduras pueden conservarse perfectamente a temperatura ambiente, aunque hay que tener en cuenta algunos consejos.
Las frutas de árbol que no son manzanas –melocotones, ciruelas, paraguayas, albaricoques y, también, aguacates– se conservan a la perfección a temperatura ambiente durante un tiempo, hasta que están bien maduras. El frío bloquea la emisión del etileno, el gas que les permite alcanzar el climaterio, esto es, el punto de maduración óptimo. Una vez que llegan a este punto, si se quiere alargar su vida, es preferible trasladarlas a la nevera.
Las peras están a medio camino entre las manzanas y el resto de frutas del árbol. Conviene mantenerlas a temperatura ambiente y trasladarlas al frigorífico en su punto justo. El problema es que si las metes en la nevera cuando ya están muy maduras, se oxidarán. Verás que les salen manchas y se ponen marrones, y esto indica que están perdiendo valor nutricional.
En invierno, todas las hortalizas de la familia de las solanáceas menos el tomate –esto es, berenjena, calabacín, pepino y pimiento– pueden conservarse a la perfección a temperatura ambiente. Si tu cocina es muy fría puedes, incluso, guardarlas en bolsas de plástico, para que no se desequen en exceso –no herméticas, claro, tienen que respirar–.
También las hortalizas de raíz y tubérculo se conservan perfectamente fuera de la nevera: apio, borraja, cebolla, ajos… Y la patata, claro, que nunca sebe guardarse en la nevera, pues se estropea con el frío.
Por último, hay algunas frutas que nunca jamás debemos conservar en el frigorífico, pues son de climas cálidos o tropicales y se estropean: hablamos de tomates, plátanos, melón, sandía, mango…
Imágenes | U.S. Department of Agriculture/Quinn Dombrowski/Golf Resort Achental Team
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