Suena a cachivache del inspector Gadget. Sin embargo, la lengua electrónica es un equipo analítico que permite distinguir las variedades de uva y descifrar las cantidades de elementos químicos que contiene el vino. De esta forma conseguimos nuestro objetivo: tener paladares electrónicos para evitar engaños con el vino.
Este invento, en realidad, tiene forma de caja de zapatos y está formado por un sistema de multisensores ( seis sensores integrados en un chip de 5 cm cuadrados) que analiza los resultados en relación con una base de datos. Después de la nariz electrónica, llega el paladar a la gastronomía para sorprendernos.
Este original invento es idea de Cecilia Jimenez Jorquera y de su equipo del Instituto Nacional de Microelectrónica; y está dedicado especialmente al mundo de la enología. Sin embargo, no ha sido muy bien recibido en el sector, ya que se teme que pueda sustituir a las grandes narices y paladares de este país.
Aunque según afirma su creadora, nada más lejos de la realidad, ya que les puede ayudar a contrastar la calidad del vino que compran: “un vinatero puede querer comprobar en el mosto que está adquiriendo del cultivador la calidad de su alcohol: qué proporción viene de la uva y la fermentación del azúcar, que a veces se introduce en mayor medida de lo que luego se describe. Es más barato el alcohol del azúcar que la uva'.
Sin embargo, el concepto de lengua electrónica no es nada nuevo. Hace una década Kiyoshi Toko, un científico del país nipón, pretendía revolucionar el mundo del vino sustituyendo las catas humanas. Se creó una gran polémica, que el grupo de investigadores españoles no pretende repetir, su idea es que este gadget ayude a los profesionales. ¿Lo veremos dentro de unos años en las primeras bodegas de nuestro país?
Vía | Cinco días