"La campaña de este año será catastrófica": el calor y la sequía condenan a la miel española

Sin flores no hay paraíso. Y no porque nos salgan bonitas fotos en nuestras escapadas primaverales, sino porque son la primera piedra de las producciones de la mayor parte de frutas de nuestro país.

A ello se suma una nueva piedra en el camino para el campo español, el de encontrarse un 2023 especialmente árido que ha supuesto pocas precipitaciones y, al mismo tiempo, altas temperaturas que se han cebado con todo tipo de cultivos.

Las flores no son una excepción, evidentemente, pues esta concatenación de factores ha arrasado con las incipientes floraciones de la temporada, muy prematuras, achicharrando su continuación debido a ese incremento inusual de la temperatura en uno de los abriles más calurosos de los que se tiene constancia.

Sin flores, aparte de peligrar el fruto de numerosas especies frutícolas, tampoco hay miel. Algo que denuncia COAG Andalucía, donde la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos andaluza advierte en su página web de "graves pérdidas en el inicio de la campaña".

Estiman así que en el campo andaluz se perderá entre un 80% y un 100% de la cosecha apícola, que ya de por sí tenía un mal cariz debido al aumento de los costes de producción. La denuncia, advierten, además apunta a la necesidad del rescate de este sector productivo, pues consideran que "si no se acude al rescate, es inevitable la desaparición de un buen número de explotaciones apícolas".

En palabras de Antonio Vázquez, responsable de apicultura de COAG Andalucía, el dramatismo es aún mayor, pues afirma que "la campaña de este año será catastrófica". Incluso antes de que la campaña dé comienzo, pues se prevé una reducción de producción alrededor del 80%, aunque indica que en ciertos puntos de Andalucía será del 100%.

Una realidad que no es solo flor de un día —irónicamente—, pues son cinco años los que lleva la sequía golpeando al campo andaluz, donde el sufrimiento no está sólo en la planta y en la flor, sino en las propias abejas.

Explica que "mantienen las abejas como pueden", pero temen que sean muchos los enjambres que no se sobrepongan a la situación y no lleguen a consolidarse como colmenas.

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