He ido a centenares de bodegas y esto es lo que te aconsejo buscar si planeas visitar alguna

Aunque el vino sea esencialmente igual, las ofertas de enoturismo son muy diferentes

Hacer catas de vino en bodegas, ya sea por profesión o por afición, se ha convertido en una tendencia al alza en los últimos 15 años. En buena medida avaladas por el enoturismo, son muchas las bodegas españoles e internacionales que han visto en este tipo de actividades una forma de mejorar su cuenta de resultados y, de paso, ampliar los horizontes del negocio y fidelizar al cliente.

Sin embargo, como pasa en cualquier tipo de establecimiento, las experiencias no son siempre las mismas. Y lo digo con conocimiento de causa. Por suerte, el trabajo en DAP me permite conocer más vinos y bodegas de los que normalmente una persona ajena al sector realizaría.

Realizar catas de vinos en bodegas en una actividad que, generalmente, es muy placentera. El procedimiento es sencillo, te cuentan un poco cómo se elabora el vino, lo pruebas –y te comentan cómo se ha de catar– y, si además te acaba gustando, es bastante posible que te lleves unas cuantas botellas de recuerdo.

Insisto, no obstante, en que no es siempre así. Hay catas de vino en bodegas que se hacen particularmente tediosas o incómodas. Generalmente por extenderse en parámetros que al público no iniciado a veces no interesan. Otras, por contra, por ser más largas de la cuenta o excesivamente técnicas.

Desde que me dedico al periodismo gastronómico calculo que entre trabajo y afición habré visitado más de 100 bodegas, tanto en España como fuera de ella, y creo tener algo de conocimiento fundado como para aconsejar cómo elegir una cata de vinos en bodega y que la experiencia sea agradable como para repetir.

En términos generales, os diría que no busquéis experiencias muy caras si no tenéis demasiada idea de vino. Tampoco que elijáis planes muy largos –sobre todo si pretendéis hacer más cosas ese día– y que os cercioréis de que la bodega esté abierta, de los horarios que tiene, de si las visitas son grupales y, sobre todo, si vais a ir con niños para tener en cuenta que a ellos esta aventura puede aburrirlos sobremanera. En cualquier caso, una cata con visita que esté entre una hora y media y dos horas será algo normal y asumible.

Busca una cata de vinos en bodega completa

No me gusta que la cata de vinos se resuelva simplemente con probar el vino. Eso se puede hacer en casa sin complicaciones. Lo conveniente es que busquéis experiencias que incluyan conocer la zona de elaboración, así como la zona de barricas –si es el caso de la bodega– y que la zona de cata esté bien acondicionada para realizarla.

Bodegas Perelada es dentro del Ampordà una buena referencia para conocer cómo se hace el vino, la singularidad de la marca y, además, tener la opción de ver viñedo.

Además de eso, yo personalmente siempre elegiría experiencias de catas de vinos en bodegas que permitan acceder al viñedo o al campo. No es siempre posible, pero creo que es más fácil trasladar el mensaje de un vino y que la experiencia sea más agradable cuando se conoce el suelo y damos una vuelta por el campo.

Busca variedad de vinos

Una cata de vinos en bodega para un público no especializado no tiene que ser un brindis, pero tampoco debe ser un taller maridaje. Puede que en el grupo haya gente más o menos experta. O que disfrute más o menos del vino. Sea como fuere, insisto en que una cata de vinos, para que realmente podamos apreciar ciertas diferencias, debe incluir varios vinos distintos.

¿Cuántos? Pues, a mi modo de ver, al menos cuatro. Y debe ir cada uno con su copa, si estamos buscando un fin didáctico y no simplemente el beber por beber. Es habitual que en muchas bodegas se limiten a dejar una misma copa y, a partir de ahí, ir enjuagándola para pasar al siguiente vino. Para mí, un error.

Las bodegas Emilio Moro, en Ribera del Duero, también tienen actividades enoturísticas muy completas e interesantes.

No digo que pretendamos que la bodega tenga blancos, tintos y rosados, pero sí que dentro de su especialidad, haya diferentes opciones que realmente nos permitan hacernos una idea de sus especificidades.

De aquí no tenemos que salir siendo Master of Wine, pero no está de más que, por ejemplo, si vamos a una bodega en Rioja o Ribera del Duero, probemos referencias distintas que nos ayuden a comprobar las singularidades de cada vino.

Un espacio cómodo

Este elemento pasa más desapercibido de la cuenta en muchas ocasiones. Hay bodegas que sí están más acostumbradas al enoturismo y a este tipo de actividades, pero es conveniente entender, por ejemplo, que no todo el grupo tiene por qué estar de pie en la cata. O que hacer la cata dentro de la sala de barricas puede ser muy bonito, pero quizás el olor o la temperatura no sean los más indicados.

Las experiencias de las bodegas Viñas del Vero, en la DO Somontano (Huesca), ofrecen planes que van desde las catas tradicionales a los paseos por el viñedo.

Para mí, una cata de vino en bodega implica poder sentarse con calma, en un espacio libre de olores agresivos y donde la temperatura sea cómoda. Esto, a veces, también acaba suponiendo que hagamos una cata al aire libre y las condiciones sean del todo menos agradables.

Un buen guía

Como en toda experiencia, especialmente en la que no tenemos mucho conocimiento, partir de alguien que sepa contar lo que hace y que demuestre pasión será bastante importante, incluso aunque los vinos no fueran los mejores del mundo. Esto quiere decir, entre otras cosas, que el guía sepa interactuar con el grupo, entender su nivel y, sobre ello, adaptar el discurso.

De nada sirve ser un enólogo expertísimo si vas a abrumar al visitante con datos técnicos, ya sea del viñedo o del vino, que no comprende. Además, las catas de vino en bodegas tampoco deberían, a mi juicio, convertirse en clases de Química, ni por lo elemental ni por lo complejo.

Abadía Retuerta, en Sardón de Duero (Valladolid), es otra de las experiencias no muy lejos de Madrid que recomiendo para adentrarse dentro de la cultura del vino.

También, insisto, conviene que haya una parte didáctica del propio vino, mucho más allá de que haya bodegas en las que den la turra solo con su propia historia. Hay que saber leer al cliente que tienes y cómo acercarte a él, teniendo claro que también suelen estar más a favor de saber que la bodega pueda ser centenaria o que la fundó el bisabuelo antes que preguntar si la maloláctica del vino se hizo en barricas de roble americano o de roble francés.

El vino no está, precisamente, para perder clientes y es mejor fidelizar en torno al propio producto que a favor de una marca (o zona) de manera muy concreta. Razón por la que hacerlo entendible y cercano a todos los públicos sin que parezca una lección de historia o una clase magistral es importante.

El momento del año

Es evidente que no todos los momentos del año, especialmente en el vino, son iguales. También que hay sitios más o menos agradables para realizar una cata. En mi caso, creo que lo más conveniente es hacer las catas de vino en los meses de primavera porque el tiempo es más amable y, si hay opción de ir a viñedo, lucirá bastante bien, habrá bastante luz y la climatología, aún pudiendo tener alguna lluvia, será más bien soleada. Evidentemente, la meteorología va por zonas y no va a ser lo mismo un octubre en Cambados que un octubre en Lanzarote.

La visita a la bodega Pago Carraovejas, en Peñafiel (Valladolid), dentro de la DO Ribera del Duero es otra de las que más recomiendo para conocer y disfrutar del vino.

En verano lo más común es que haga demasiado calor y en otoño e invierno lo más probable es que haga un tiempo más ingrato. No obstante, otoño es una buena época para visitar bodegas porque la vendimia habrá terminado, pero estarán trabajando en distintos procesos como las fermentaciones y, además, los colores del campo son aún agradables.

Primero cata; luego picnic

No es lo mismo hacer una cata en bodega que hacer un picnic. No tengo nada en contra de ninguna de las dos realidades y, como es evidente, el cliente es soberano. Pero a mí, a título personal, no me gusta que tras conocer una bodega se resuelva la cata a modo de aperitivo, alternando diferentes vinos sin hacer lo que propiamente consideraríamos una cata.

Dentro de la DO Jerez-Xérez-Sherry, la experiencia enoturística de Tío Pepe es una de mis favoritas y las que más recomiendo.

Insisto en que es algo más personal, razón por la que creo que primero se puede hacer una cata, presentar varios vinos y luego, una vez conocidos, iniciar el aperitivo, picnic, comida o lo que sea. De nuevo, parte de mi razonamiento va a vinculado a ese 'aportar conocimiento' para que el que salga de tu bodega luego sea un buen embajador y, además, salga de allí sabiendo más cosas de las que conocía cuando entró.

Una tienda que dé ganas de comprar

Bodegas Roda, una de las más conocidas de Haro, en la subzona Rioja Alta, el enoturismo es un pilar fundamental y su visita un plan perfecto para el otoño.

Eso además se suma a una realidad que, a mí, también parece imprescindible tras una cata de vino en bodegas: una tienda acorde. Las tiendas de las bodegas son como las de un museo, situadas en la última parte, que tienen a un cliente cautivo y que, salvo que la experiencia fuera desastrosa, va a estar dispuesto a dejarse dinero en comprar uno o dos vinos que le hayan gustado.

Esta es la razón por la que yo, como usuario, recomiendo que en las catas de vino en bodegas se beban, aunque sea como prueba, vinos que estén verdaderamente bien y que la empresas quiera comercializar.

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Si yo voy a una cata a una bodega y los vinos que pruebo no me gustan, las probabilidades de que compre vinos en la tienda que no he probado son bajísimas. Por eso, aunque esta recomendación es más para empresarios y bodegueros, es que  las catas sean completas y con vinos en los que realmente se confía.

Imágenes | Vins Perelada / Emilio Moro Bodegas / Viñas del Vero / Tío Pepe / Abadía Retuerta / Pago Carraovejas / Bodegas Roda

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