Barcelona es una ciudad turística de primer orden, donde es casi imposible dar un paso sin estar rodeado de guiris. Y ha pasado lo que pasa siempre en las ciudades tomadas por el turismo, que los sitios auténticos han desaparecido.
La mayoría de los bares típicos de Barcelona –del estilo a El Pirata que salía en los cómics de Makinanavaja– están ahora regentados por empresarios chinos, que mantienen el pulso local con precios baratos, pero, en general, no ponen demasiado interés en el plano gastronómico. Y las casas de comidas, otrora abundantes por toda la ciudad, están hoy en peligro de extinción.
Resulta incluso sorprendente que siga en pie un restaurante como Gelida, un mítico del Eixample –fundado en 1946– que resiste a la turistificación contra viento y marea, conservando publico local y defendiendo unos precios que no tienen parangón en Barcelona.
Allí también llegan los guiris, pero no hay concesión a estos: tienen que hacer cola como todo el mundo (no se admiten reservas) y los camareros no hacen especial esfuerzo en entender ni hablar inglés. Pudiendo cobrar 15 euros por unas bravas, lo de Gelida es todo un acto de resistencia.
Una carta donde brilla la cocina catalana
En la carta encontramos todos los clásicos de la cocina catalana, con precios que raramente sobrepasan los cinco euros el plato: lo superan por poco los calamares (5,10), las carrilleras (5,20) –que están que flipas– y el entrecot (7,50). El resto de los platos no llegan y son un auténtico espectáculo: fricandó, caracoles, albóndigas, trinxat, croquetas de carn d’olla, cap i pota, butifarra con mongetes, conejo al horno… Hasta los calamares fritos son de categoría, nada de anillas de pota, calamar de verdad.
Me llevaron a comer y casi lloro de la emoción. ¡Hasta ponen vino en porrón!
Por lo que me cuentan mis amigos catalanes, Gelida también es muy conocido por sus desayunos, los conocidos como esmorzars de forquilla–literalmente, “almuerzos de tenedor”– donde la estrella es el cap i pota, los callos catalanes. No hay mejor forma de empezar el día.
Los vinos, a granel, así como la comida, también se sirve para llevar. Y, de postres, nada mejor que probar uno de sus fantásticos flanes caseros.
Qué pedir: me fascinaron los caracoles, las carrilleras al vino (galta al vi), la butifarra, los calamares a la andaluza y las croquetas, pero me quedaron por probar muchas cosas. Los platos están pensados para una persona. Calcula pedir una ración y media o dos por barba para comer como dios manda.
Gelida
- Dirección: C/ de la Diputació, 133. Barcelona.
- Teléfono: 934 53 79 97
- Precio medio: 15 euros.
- Horario: De lunes a viernes, de 7 a 22 horas. Sábados solo de 8 a 16 horas. Cierra domingos.
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