Es un clásico de Cuaresma y mi receta favorita para cenar espinacas con un plato saludable y rápido

Son ligeras, saciantes y fáciles de cocinar, y con tres ingredientes más se transforman en un plato o guarnición riquísimo

Espinacas de Cuaresma
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En tiempos de Cuaresma y Semana Santa son las espinacas la hortaliza que quizá tiene más protagonismo. Gran compañera del bacalao en el potaje de vigilia, o también realzando el sabor de la legumbre en recetas como los garbanzos con espinacas, plato típico de Sevilla. En mi casa se han comido y se comen todo el año, y es de mis verduras preferidas para cenar rápido y sano.

Lo que yo no sabía es que llevaba toda la vida disfrutando de un plato típico de esta época del año en la que se mantiene la tradición de no comer carne. Sea como sea, las espinacas de Cuaresma están tan ricas, son tan fáciles de preparar y además tan saludables, que merece la pena repetirlas todo el año.

Es una verdura que pierde muchísimo volumen al cocinarla, así que recomiendo comprar al menos un par de bolsas grandes o manojos generosos si podemos acceder al granel directamente en un mercado o frutería, aunque nos tocará limpiarlas a conciencia. Tras un hervor ligero para el que no necesitan mucha agua, pero sí una olla donde entren bien, solo queda preparar la sartén para saltearlas.

La clave del plato está en los pequeños acompañamientos que aportan muchísimo sabor y también nutrientes esenciales, haciendo que sea una cena ligera pero nutritiva: piñones, uvas pasas y anchoas. Estas últimas suman un chute de sabor increíble, y podemos tanto dejarlas a trocitos o machacarlas por completo para que se fundan con los jugos y se conviertan en una salsa que le va de lujo a la verdura.

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