Tengo acumuladas un montón de recetas pendientes que quiero probar, pero soy débil y de vez en cuando me cruzo con alguna idea sugerente que me conquista al instante. Es lo que me pasó hace poco con estos bollinos de nata gallegos, cuya receta encontré de pura casualidad al ir a parar al blog O Garfelo en una de mis derivas por la red. Por suerte tenía todos los ingredientes necesarios.
Estos “bollitos” son más bien galletas o pastas y, según cuenta su autora, es una de esas recetas tradicionales, como las españoletas, de familia que, por desgracia, se están perdiendo. En su pueblo se hacían dulces de este tipo para aprovechar la nata que quedaba de hervir la leche, y debían salir buenísimos. Yo he tenido que usar nata industrial sin lactosa y he ajustado un poco las cantidades, pero a pesar de todo salieron deliciosos. Los repetiré, sin ninguna duda.
Precalentar el horno a 180ºC y preparar un par de bandejas engrasándolas o cubriéndolas con papel sulfurizado. Disponer la nata en un recipiente mediano, añadir el azúcar, los huevos, la sal, la ralladura de limón y el anís. Batir con unas varillas a mano hasta conseguir una mezcla homogénea.
Empezar a incorporar la harina, mezclando poco a poco, y ajustar la cantidad necesaria según admita. La masa debe ser húmeda pero no pegajosa, que se pueda despegar fácilmente de las paredes del cuenco pero que permita formar bolitas suaves y no muy secas.
Tomar pequeñas porciones más o menos del mismo tamaño y formar bolas con las manos. Podemos humedecer ligeramente o engrasar con aceite las palmas para que no se nos peguen. Dependiendo del tamaño nos saldrán más o menos unidades; yo recomiendo dejarlas del tamaño de una pelota de golf.
Distribuirlas en las bandejas, ligeramente separadas, y hornear durante unos 20-30 minutos, bajando la temperatura del horno a 175ºC. Girar la bandeja a mitad de la cocción para que se doren de forma uniforme. Esperar a que se enfríen sobre una rejilla antes de guardar en un recipiente hermético.
Con qué acompañar los bollinos
Estos bollinos de nata gallegos son simples pero precisamente por ello deliciosos, en el desayuno o en la merienda, o en la sobremesa con el café. Son duritos por fuera pero más tiernos por dentro, y se ablandan un poco más conforme pasan los días. Aguantan muy bien varias jornadas si se guardan en un recipiente limpio de cierre hermético.
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