La elaboración del vino, como la de todo producto agrícola, tiene unas variables que pueden controlarse –como el suelo o la variedad de la uva– y otras con las que es más difícil lidiar –como las plagas y, sobre todo, la climatología–.
Una helada o unas lluvias excesivas cuando no tocan pueden dar al traste con buena parte de la cosecha o alterar la calidad de un vino. Son factores que no se pueden controlar, pero la tecnología puede ayudar enormemente a actuar de la mejor manera posible para minimizar su impacto.
Este es el principal objetivo de la nueva tecnología que la bodega Emilio Moro ha instalado en sus fincas vallisoletanas de la mano de Vodafone, Quampo y DigitalGlobe. Un proyecto bautizado como Sensing4Farming que combina sensores en campo, big data y tecnología de imágenes de satélite para maximizar el rendimiento y minimizar el impacto ambiental de la producción de vino.
En muy resumidas cuentas, se ha instalado una red de sensores en los viñedos que, combinada con imágenes de satélite multiespectrales de alta resolución capturadas durante todo el ciclo vegetativo de la cosecha, permite medir factores ambientales claves como la humedad, la temperatura, la absorción del agua y hasta un total de 39 índices bioquímicos y biofísicos.
No solo se tiene información en tiempo real de lo que ocurre en toda la explotación. La información recogida por los satélites (que se remonta ya a lo que ha pasado en la finca durante 18 años) y los datos que recoge in situ el productor permiten hacer un análisis predictivo de la bodega. Se pueden conocer, por ejemplo, el tipo de riego y nitratos que condujeron a una buena añada, y replicarlos para obtener de nuevo unos resultados excelentes.
NB-IoT: la gran revolución
Por modernas que parezcan, la mayoría de estas tecnologías ya existían hace al menos una década, pero hasta la fecha no había sido posible aplicarlas en conjunto y de una forma rentable para las explotaciones agrícolas.
La gran novedad es la utilización de la NarrowBand IoT (“Banda Estrecha de Internet de las Cosas”), una red de baja potencia que proporciona mejores niveles de cobertura y una mayor duración de la batería de los sensores.
Hasta ahora el coste principal de poner un sensor en el campo era alimentarlo
“Es una tecnología transformacional”, ha explicado Daniel Barallat, country manager IOT de Vodafone España, en la presentación de la iniciativa. “Hoy la principal causa por la cual muchos proyectos de este tipo no avanzan no es que haya cobertura o que la tecnología sea cara, es que no hay electricidad. Hasta ahora el coste principal de poner un sensor en el campo era alimentarlo. Tenías que poner un poste y placas solares. Esta tecnología lo transforma todo. Antes ponías un sensor y no podías moverlo, ahora puedes ponerlo donde quieras porque está alimentado por baterías que le dan vida por años”.
Solo el poste necesario para alimentar un sensor valía más de 1000 euros, mucho más que el precio del propio sensor. La nueva tecnología abarata el precio de la instalación casi diez veces.
“Muchas ideas se arruinan porque se lanzan antes de que sea su momento”, apuntaba Francisco Román, presidente de Vodafone España. “Este es el momento en el que es posible, y solo se pueden esperar cosas halagüeñas”. O, como apuntaba Barallat, “algo que antes económicamente no era viable ahora sí lo es”.
Más control, menos posibilidad de error
Emilio Moro es la bodega pionera en la aplicación de la tecnología, pero ya está disponible para todo tipo de explotaciones agrícolas –y, pronto, ganaderas–, lo que abre un sinfín de posibilidades. Se trata, en definitiva, de una herramienta de gestión que permite al agricultor saber cuándo debe sembrar o cultivar, si está regando más o menos, o si hay zonas de la finca que necesitan distintos cuidados. Esto permite, además, controlar de forma mucho más precisa los requisitos que exigen las ayudas de la PAC o gestionar explotaciones situadas a kilómetros de distancia.
Tras conocer la precisión con la que se pueden controlar las plantaciones surge una duda: si se reduce al mínimo la variabilidad entre cosechas, ¿no se torna el vino, un producto que acostumbramos a valorar por añadas, más aburrido? El presidente de las bodegas Emilio Moro, José Moro, es claro al respecto: “Es verdad que hay ese encanto de hablar de añadas buenas o malas, pero nadie quiere añadas malas”.
El bodeguero tiene claro que esta tecnología no solo ayudará a minimizar el impacto de condiciones climatológicas adversas o plagas, además permitirá a ingenieros agrónomos y enólogos mejorar su trabajo: “Nos ofrece datos para expresar lo que queremos expresar. Queremos llevar el alma del viñedo a una botella, que la tierra sea el escaparate de lo que queremos expresar. Todo lo que hacíamos antes por intuición lo queremos hacer hoy por conocimiento”.
José Moro es el tercero de una generación de bodegueros y sabe lo importante que es la tradición en este mundo, pero no está dispuesto a que esta quede reñida con la innovación: “Nuestros antepasados, mis abuelos, eran sabios porque su innovación era la intuición. Sabían dónde poner una viña y eran productivos. La ponían donde no se ponían otro tipo de cultivos y vendimiaban catando la uva. Si se levantaran de la tumba volverían porque quedarían un poco asustados con este proyecto, pero es un orgullo. Queremos diferenciarnos, y hacerlo a través de la digitalización que es por donde camina el mundo”.
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