Europa se merece una política agraria centrada en el medio ambiente y la salud de la gente

La política agrícola común (PAC) de la Unión Europea es un amplio programa de ayudas al campo que abarca desde aportaciones económicas a los agricultores a subvenciones para la promoción de productos como el vino. No es de extrañar que la Comisión Europea (CE), la rama ejecutiva de la UE, quiera "modernizar y simplificar" dicha política.

Es por eso que la CE acaba de publicar sus propuestas legislativas para la política agrícola común (PAC) más allá de 2020. El objetivo es garantizar que la PAC continúa ayudando a los agricultores y a las comunidades rurales, que fomente el desarrollo sostenible de la agricultura de la UE y que refleje las ambiciones de la UE sobre el cambio medioambiental y climático. Entre los años 2021 y 2027, el presupuesto total propuesto para la PAC rondará los [365.000 millones de euros][1]. Sin embargo, el sistema de alimentación en Europa y en el Reino Unido se enfrenta a algunos desafíos vitales en cuanto a la sostenibilidad. Pese a que hay novedades (sobre todo en cuanto al medioambiente) y a las nuevas ayudas para los agricultores jóvenes, está claro que las propuestas de la Unión Europea no son suficientes en ámbitos como el de la salud.

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Los europeos nos merecemos una política agrícola que se preocupe por nuestra salud, puesto que a día de hoy contamos con demasiada carne roja y procesada, sin olvidar que la grasa, el azúcar y la sal ya hacen que [más del 20%][2] del continente sea obeso. La mala alimentación también es responsable de la mitad de la mitad de las enfermedades cardiovasculares, la principal causa de muerte en la UE.

En la PAC no existe ningún instrumento para fomentar el consumo de frutas y verduras

Sin embargo, el anuncio sobre la nueva política agrícola común apenas contiene medidas para la salud. De hecho, recientemente la Comisión Europea solicitaba un [mejor acceso][3] a "productos de alto nivel nutricional como la fruta y la verdura" aunque en la PAC no existe ningún instrumento político ni objetivos concretos para fomentar el consumo de frutas y verduras.

Es algo desalentador y que pasará desapercibido a no ser que se aborde en el texto final. Desde el punto de vista de la salud pública, se trata de algo que solamente puede ser bueno, porque nadie pone en duda los beneficios de un mayor consumo de frutas y verduras: la Organización Mundial de la Salud recomienda comsumir 400 gramos al día y, un [nivel mínimo ampliamente reconocido][4] y Eurostat [ya facilita datos de consumo comparables][5].

No podemos confiar en que el [programa para los colegios][6] vaya a tener éxito porque aunque promueve los beneficios de una alimentación sana entre los niños y les anima a incrementar su consumo de fruta, verduras y leche, el presupuesto actual de dicho programa apenas llega al 0,33% de la PAC.

¡Viva el vino!

Que la actitud de la PAC en cuanto al uso del dinero público es algo incoherente se demuestra en su apoyo al sector vitivinícola. Es bien sabido que un consumo excesivo del alcohol es un [problema de salud pública][6] y muchas veces se han [criticado][8] las ayudas al sector del vino. Sin embargo, el texto para la reforma de la política agrícola común sigue prestando mucha atención a las medidas para la promoción del vino y lo peor es que el aumento del valor de la venta del vino puede ser uno de los indicadores del éxito de la política.

Es importante examinar los detalles del nuevo modelo medioambiental para la lucha contra el cambio climático

La reforma de la política agrícola común pone de manifiesto nuevas iniciativas medioambientales como el nuevo modelo agromediambiental y la primera iniciativa de la historia para afrontar el declive de los insectos polinizadores. Se trata de una buena noticia si tenemos en cuenta que el uso excesivo de pesticidas ha hecho que [desaparezcan][10] tres cuartas partes de los insectos voladores, poniendo en peligro la polinización y los campos.

Si tenemos en cuenta que la producción agrícola y alimentaria global contribuye al 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero (un [18% proceden de la ganadería][11]), es importante examinar los detalles del nuevo modelo medioambiental para la lucha contra el cambio climático y ha sido una decepción no ver nada específico sobre la tierra, puesto que Europa pierde [970 millones de toneladas de capa vegetal][12] cada año por culpa de la degradación y la erosión del suelo. Los europeos también [tiran a la basura 71 kg de comida por persona][13] cada año, lo que supone un coste de 143.000 millones (según datos del 2012) en desperdicio de recursos y en impacto medioambiental y en el anuncio de hoy no se ha nombrado ninguna medida para reducir los desperdicios. Otra oportunidad perdida.

¿Una nueva política alimentaria?

Lo que Europa necesita con urgencia es una nueva política alimentaria exhaustiva que realmente sea capaz de hacer frente a estos nuevos retos para mejorar la sanidad, la sociedad y el medio ambiente en toda la cadena alimentaria y no solamente a nivel agrícola. La Comisión Europea podría comenzar tomando decisiones saludables y sostenibles para la gente normal, lo que podría significar crear nuevas normativas sobre las contrataciones públicas, una estrategia para atacar la obesidad infantil en todo el continente o dirigir más parte del presupuesto de la PAC para el fomento del consumo de fruta y verdura.

Los incentivos deberían estar dirigidos a aquellas prácticas en la cadena alimenticia que aporten mejoras para el suelo, el agua y la biodiversidad

Europa también podría establecer objetivos para la reducción del uso de antibióticos y pesticidas, así como añadir formación en las aulas sobre nutrición saludable y sostenible. El aumento de la inseguridad alimentaria en el Reino Unido y en Europa también supone que dichas medidas han de estar dirigidas a aquellos grupos vulnerables que no tienen acceso a dietas sanas.

Proteger el suelo de la degradación y de la pérdida de nutrientes podría generar beneficios medioambientales y de salud, pero los estados miembros no han sabido estar a la altura la [directiva propuesta para el suelo][16] que lleva parada desde 2016. Un enfoque más positivo sería que las partidas de la política agrícola común estuvieran dirigidas a un programa más ambicioso de rotación de cultivos con un porcentaje mínimo de legumbres. Puede que finalmente el nuevo modelo medioambiental sea más ambicioso e incluya este tipo de medidas.

Los incentivos deberían estar dirigidos a aquellas prácticas en la cadena alimenticia que aporten mejoras para el suelo, el agua y la biodiversidad. También se deberían crear ayudas específicas para servicios medioambientales que favorezcan aquellas granjas que combinen agricultura y ganadería, así como los sistemas de pastizales.

Autor: Bob Doherty, profesor de marketing y agroalimentación en la Universidad de York.

Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí.

Traducido por Silvestre Urbón

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