Un reciente estudio de la Escuela de negocios EAE Business School, sobre el gasto realizado por la población en productos de comida rápida en los distintos países del mundo, ha revelado que en España e Italia nos resistimos a la comida rápida: ¡Lógico y normal!
El estudio, "El gasto en comida rápida en España 2015" muestra un ligero aumento en nuestro consumo alimentos tales como hamburguesas, pizzas y otros productos de franquicias de fast-food frente al año anterior, pero podemos estar orgullosos ya que seguimos manteniéndonos en segundo lugar tras Italia.
Españoles e italianos nos resistimos a la comida rápida, a diferencia de otros países como Estados Unidos, Japón, China o Brasil, que son los que figuran en cabeza de ese ranking. Pero ¿cuáles son las razones para que nos resistamos a esa forma de comer?
Tenemos una buena tradición gastronómica
Tanto los italianos como los españoles tenemos una buena tradición gastronómica, rica en nutrientes, y sana como pocas. Hablamos de la dieta mediterránea, una tradición cultural que va más allá de los ingredientes y la forma de cocinarlos, llegando incluso a la forma de relacionarnos con la comida.
Nuestra forma de vivir, de comer variado, nos es inculcada desde pequeños y aprendemos nuestra cultura social fundamentalmente en las reuniones familiares muchas veces realizadas en la cocina o torno a la comida.
Al pensar en una boda o en un nacimiento, nos viene a la mente el convite, celebramos los cumpleaños con una tarta que comemos en familia y nuestros tratos o negocios los firmamos comiendo con la otra parte. La comida y la cocina son el centro de una gran parte de nuestra actividad social.
Tomamos carne, pescado, ensaladas y cereales, nos gustan los productos de la huerta y tenemos multitud de recetas de legumbres que nos ayudan a enriquecer nuestras opciones a la hora de configurar un menú. Esto ayuda a evitar la comida basura, ya que por suerte tenemos mucho donde elegir cuando queremos comer algo.
Nos gusta cocinar
Tanto nos gusta comer, que nos gusta cocinar. Aprender a hacer por nosotros mismos lo que probamos fuera, intentando además compartirlo con nuestros seres queridos enseñándoles lo que hemos aprendido o descubierto. Es algo cultural. Nos encanta compartir nuestras recetas y desde pequeños nos fijamos en como cocinan nuestras madres, padres o abuelas.
En nuestras casas, pese a que mayoritariamente siguen cocinando las mujeres, -yo sería una buena excepción a esa norma-, también a los hombres les encanta demostrar sus aptitudes culinarias y cocinar la "paella de los domingos" o preparar las brasas en las barbacoas de verano. Es un buen momento para resolver las cuestiones familiares de la semana, y una buena forma de demostrar el cariño.
Nos reunimos en torno a la comida y la cocina es culturalmente para nosotros el centro de reunión
Nos gusta comer juntos. Es un hecho. Especialmente cuandeo vamos a casa de nuestros padres, siempre nos reunimos para comer. Los banquetes y comidas familiares, típicos de fiestas, cumpleaños, vacaciones y otras reuniones nos encantan.
Otras culturas se reúnen en parques o en los jardines de sus casas, o se sientan juntos a ver la televisión. Pero italianos y españoles somos "muy de estar en la cocina". Nos juntamos en torno a la cocina que para nosotros es el centro de reunión y aunque haya música o fiesta en el salón, sin saber cómo ni por qué, finalmente todos acabamos en la cocina, donde nos sentimos bien, -ayudando o estorbando-, a quien está preparando la comida para todos.
Nos gusta compartir esos momentos, -"tú ve cortando el pan, niño, ve poniendo la mesa mientras yo corto un poco de embutido"- y la cocina es el escenario perfecto. Incluso los que no hacen nada, aportan su humor y bromas, su conversación, o enredan cerveza en mano mientras van picoteando la comida, aportando su crítica culinaria o sus opiniones sobre el punto de sazón.
Nuestros bares y el street food
Igual sucede con los restaurantes y bares, tan instalados en nuestra cultura, y tan frecuentes en nuestras calles. Cuando comemos bien en uno de ellos nos encanta contarlo y llevar a nuestra familia o a nuestros amigos.
Incluso un factor como la existencia abundante de bares y restaurantes en nuestras calles, -que en Italia podríamos asimilar a sus ristorantes, los cafés, osterías, trattorías y otros establecimientos-, hace que tengamos buenas opciones cuando queremos comer algo. En España, nuestras tapas, raciones y pintxos son algo más que cultural.
En lugar de recurrir al street food y comprar una hamburguesa, un kebab o una porción de pizza, nuestra costumbre es entrar a un bar y tomarnos algo en la barra o sentados, instaurando una cultura de comer más pausada y saludable. Quizás por eso la comida callejera, de carreta o furgoneta o street food no está tan arraigada en nuestra sociedad, y no es frecuente ver a nuestros ciudadanos comiendo por la calle mientras camina o comer en un parque platos en envases de cartón.
En resumen, que somos así y nos gusta y toda nuestra riqueza cultural y gastronómica, la cocina que hemos aprendido a comer y a preparar, que trae raigambre en nuestra formación, con todos esos recuerdos de meriendas infantiles y bocatas en el recreo, ha formado nuestra forma de comer, dándonos muchas opciones diferentes cuando tenemos hambre, frente a la hamburguesa o la porción de pizza comida por la calle.
Pensadlo ahora y comparad nuestra cocina con la de otros países, y no solo nuestra cocina sino también nuestra forma de comer y nuestra forma de entender y vivir la comida. Con eso en la mente, si ahora pienso que en España e Italia nos resistimos a la comida rápida, me parece... ¡Lógico y normal!
Vía | EAE Business School
Imágenes | F. Zanone | A. Edwards | zoetnet | J. Lin | T. Griffin | J. Lluch
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